No niego el sano y positivo anhelo de libertad que subyace en las movilizaciones anti-medidas drásticas por el COVID que están adquiriendo magnitud planetaria, pero urge restar plomo y ofensa a sus consignas. No más vincular el discurso en favor de la urgente vida natural, de la defensa de la Madre Tierra con el espíritu de confrontación antisistema. Sencillamente ley de analogía: «Como es arriba es abajo».
Las élites sólo son el reflejo de la conciencia de la ciudadanía y a la ciudadanía la ganaremos con amabilidad y clara visión, con argumento, razón y corazón, no con arengas a la batalla.
La invitación a superar el paradigma de la confrontación, no debe de ninguna forma entenderse como sugerencia de pasividad ante cualquier forma de opresión, abuso o explotación. La dignidad humana, el principio superior de solidaridad universal, nos invitan no sólo a solidarizarnos con cualquier persona que padezca cualquier género de abuso o explotación, sino que nos sugieren poner los medios para atajar esas injustas situaciones. La no-violencia activa implica una gran fuerza interior que podemos invertir en la emancipación humana, en la lucha contra la opresión. También en tratar de ganar la conciencia del ignorante que patrocine ese abuso o explotación.
El coraje y la firmeza ante cualquier clase de explotación no han de confundirse nunca con agresividad u ofensividad. Éstas sólo denigran las nobles causas. Las medidas drásticas anti-COVID tomadas por los gobiernos no se pueden interpretar como abuso o explotación. Por mucho que no sean de nuestro agrado, son respaldadas por la inmensa mayoría de nuestra ciudadanía. Lejos de arremeter contra los gobiernos, habremos de ir ganando con argumento y amabilidad para la causa naturista al conjunto de la población.
Aceptación no es para nada sumisión o pasividad. Puede ser también compromiso para llevar de la forma más didáctica, creativa y comprensible al mayor número de ciudadanos/as, la necesidad de abrazar una vida más saludable y natural, más en comunión con la Tierra, nuestra Madre. Puede ser emprender una labor didáctica tendente a revelar que las enfermedades infecciosas que estamos padeciendo, tienen su innegable y más que probado origen en la destrucción de la Madre Naturaleza.
El no mostrarse beligerante ante los gobiernos por las políticas anti COVID no significa comunión, sino sencillamente creer en el valor de la alternativa, de la propuesta, no de la pugna. Creo en la fuerza de nuestros argumentos, de nuestros valores, de nuestros principios de vida natural, de amor a la Madre Tierra. Creo firmemente en el beneficio de nuestra serena y firme Presencia, en el potencial de nuestro legado no violento y no ofensivo, no en nuestra artillería arrojadiza.
No necesitamos, ni deseamos odiar a nadie. Tampoco a quienes eventualmente nos oprimen. No tenemos ni ganas, ni fuerza, ni interés de arremeter contra la clase poderosa. Lo hemos hecho ya en demasía. Para nada comulgamos con las medidas anti Covid del Gobierno, pero tampoco tenemos duda de que actúan de buena fe, la suya, la mejor que conocen. Sencillamente desconfían de otras soluciones más enfocadas al reforzamiento del sistema inmunitario, más proclives a una vida junto a la Naturaleza y sus elementos que nosotros pregonamos. El mundo que hemos de construir jamás lo haremos a la contra y desde la desconfianza. Toca prender luz, no aporrear sombra.
No necesitamos más información, sino más compasión para comprender que incluso ellos, la élite gobernante es exponente de una conciencia mayoritaria que irá evolucionando. Nos hace falta más compasión para observar que los mandatarios también son nuestros hermanos, muchas veces equivocados, pero al igual que nosotros/as hijos de su entorno y circunstancias. La ignorancia no es falta de información, sino de Conocimiento.
“¡Humanos levantaos!”, es el titular del discurso de Robert Kennedy en la gran manifestación de Berlín contra las severas medidas anti COVID. “¡Humanos levantaos!”, pero no espoleados por el odio y la agresividad, sino por el puro anhelo de nuestra propia transformación. Levantémonos sobre nuestros propios miedos y limitaciones y tengamos la valentía de asumir como raza nuestras propias responsabilidades, el coraje de no de seguir echando a otros la culpa de la situación que padecemos.
No somos antisistema, no nos podemos tomar el lujo de serlo. Somos por otro sistema, somos por otra civilización más solidaria, fraterna y respetuosa con la Tierra, nuestra Madre. No tenemos nada contra la señora Merkel, ni contra George Soros o Mark Zuckerberg. No somos contra la canciller alemana que, en claro disenso con respecto al criterio mayoritario de su partido y del Parlamento, abrió la puerta a los refugiados que huían de la guerra, que planta cara al verdadero e implacable dictador que representa Putin y que no se halla en ninguna mediática diana. No estamos contra el joven universitario que tuvo el ingenio y la audacia de crear esta maravillosa Red con la que tan a menudo nos comunicamos.
No han estado, ni lo estarán en nuestra diana. En realidad, no tenemos diana. Esos hombres y mujeres no conspiran para que nos volvamos «esclavos», tal como afirmaba el sobrino del legendario presidente de los EEUU. Quizás consoliden otro sistema diferente al que queremos, pero no son nuestros enemigos, son nuestros hermanos.
El mayor desafío de nuestros días junto con el Clima es la superación del paradigma de la confrontación. Necesitamos líderes que nos inviten a construir un mundo nuevo solidario, verde y fraterno, sin necesidad de odiar a quienes edificaron el viejo.
Uno de nuestros mayores retos es tomar noción de que no hay enemigos, sino la ya mentada ignorancia; a menudo ésta colmada de egoísmo y violencia, pero ignorancia al fin y al cabo. Así nos lo susurran las Grandes Almas, los Grandes Mensajeros para la humanidad de nuestros días.
Por Koldo Aldai - 4 de Septiembre de 2020