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24 abril 2021

Relato de ficción: el médico que alertó cómo las élites usan el miedo para gobernar.



“Pandemia y miedo son las palabras claves. Tu reflexión es la base de todo. Primero hay que hacer el trabajo en uno.” -me dijo al despedirnos-.

Voy a contar lo que me contó aquel doctor:

Fue a finales del mes de Marzo del 2020 en la ciudad de Buenos Aires, cuando apenas comenzaba la cuarentena estricta en Argentina. Hacía algo más de una semana me había emocionado profundamente escuchando aquel primer anuncio del Presidente. Todo el país estaba conmocionado. Desde la primera semana yo salí todos los días y todas las noches a caminar, de día agarraba una bolsa de compras y andaba sin rumbo por el barrio, de noche usaba capucha y daba algunas vueltas más cortas por las calles vacías. Una mañana de la segunda semana de la cuarentena, en una de las anchas veredas de mi barrio, sobre un asiento de cemento premoldeado, había un señor sentado. Al pasar frente él intercambiamos miradas y un saludo cordial, me preguntó si tenía unos minutos, si me quería sentar a su lado. Acepté con gusto, su invitación fue muy gentil.

Apenas me senté a su lado empezó a hablar:

Una terrible pandemia azota al mundo. ¿Se enteró? Y nuestros gobernantes ya tomaron la extrema medida de encerrarnos a todos, bajo la premisa del cuidado. Lo están haciendo en todas partes del mundo. ¿Lo sabía? Y no permiten realizar las autopsias a los muertos. Soy doctor hace casi 50 años, me llaman médico de familia, conozco dónde opera la verdadera medicina. Los protocolos del covid se establecieron, cerraron las escuelas, los juzgados federales, el congreso de la nación, cerraron los hospitales, pero nos dejan estar con los televisores prendidos.

Sus palabras me hicieron tomar consciencia de la dimensión del miedo personal y del espanto colectivo, mi sentido de realidad se estremeció. Yo creía saber lo que estaba pasando, pero de repente sentí una profunda preocupación. Parece que el señor lo vio reflejado en mi rostro y me dijo:

No se preocupe joven, tengo el remedio para esta gripe en la heladera. ¿Quiere pasar a la casa?

Me sonreí por su humorada y acepté la invitación, realmente aquel hombre se veía como una persona muy cordial. Entramos a una casona antigua, reciclada, adentro funcionaba una clínica, había una mujer en la recepción y varias personas sentadas en otro ambiente. Entramos a su consultorio, preparó dos cafés expreso y me siguió hablando. Me contó algunos sucesos de la historia de la medicina, de finales del siglo XIX con el descubrimiento de la microbiología, me contó anécdotas muy particulares de comienzo del siglo XX, y acuerdos políticos junto a negociados sanitarios que se gestaron después de la segunda guerra mundial.

“Estos sucesos fueron torciendo el curso de los acontecimientos hasta llegar hasta aquí.” –dijo continuando con su relato- “Lo vienen anunciando, solo que la gran mayoría de las personas no se informa sobre estas cosas. Buscá en la redes el evento 201 de Bill Gates. La pandemia fue gestada, como tantos otros eventos en la historia de la humanidad. Hijo, son verdaderos fraudes. Manipulan la realidad que vivimos, el programa que nos ofrecen siempre nos condiciona y nos oprime, pero esta vez cantó jaque. ¿Usted sabe jugar a la ajedrez? Será mejor que aprenda pronto, porque va a necesitar conocer el tablero y tener una estrategia a mano.”

Hizo una pausa en su relato, me pidió permiso para tutearme y yo asentí. Se dio vuelta para abrir la puerta de una heladera, de tipo bajo mesada, que tenía a su espalda. Sacó de ella una pequeña botella de color ámbar, la apoyó sobre el escritorio y me dijo:

Esta medicina tiene el potencial de curar más del 80% de las enfermedades conocidas. Imaginate, ya nadie estaría enfermo. Seríamos una sociedad de personas sanas.

De repente visualicé girar en el aire del consultorio una moneda. De un lado llevaba inscripto el símbolo de la salud de la OMS, del otro lado se veía dibujada la heladera del doctor. Otra vez me volvía a pasar lo mismo, desde muy chico me sucede, viviendo situaciones extrañas con personajes extraños. Mientras giraba la moneda el doctor prosiguió hablando:

Acá en la casa yo curo a mis pacientes. Del otro lado cuentan los muertos. Fíjate en las cifras oficiales de muertes por enfermedades respiratorias y por gripe estacional del año pasado, y del anterior, luego tirá del hilo y empezá a investigar a ver a dónde te lleva. ¡¡¿No te parece raro?!! que el gobierno nos cuide. ¿No te detuviste a pensarlo? Si nunca a ningún gobierno le importó los enfermos y los ancianos, si les dilatan los juicios en los juzgados esperando a que se mueran. ¡¡Qué raro!! Que nos encierren a todos para cuidar de no contagiarlos. ¡¡Cuanta preocupación de repente!! Conozco de medicina, sé lo que te digo, trabajo con el sistema inmune de mis pacientes. Lo de la inmunidad de rebaño es cierto, yo ya estoy inmunizado, vengo de Italia y de España. No pueden encerrar a las personas sanas en nombre de la salud, pero así lo hacen, para empezar a habituarnos al nuevo orden. Hijo, intentan cambiar el programa de la Matrix. ¿La viste?

Yo lo miraba extrañado, le respondía con monosílabos y gestos. La secretaria lo interrumpió para decirle algo y se fue enseguida. Al ver mi cara de asombro el doctor prosiguió diciendo:

Es tan claro que no se puede explicar. Es tan loco que si te cuento algunas cosas que sé no las vas a poder creer al comienzo. Si querés te cuento la información más amable. Yo trabajo junto a un equipo de médicos, ayudamos a salvar miles de vidas en este contexto por fuera del sistema sanitario, somos una coalición de profesionales de la salud que nos organizamos con este sentido bajo el nombre de la Comusav, estamos en contacto directo con Andreas Kalcker.

Es un gran hombre ¿lo conocés?, búscalo y mirá sus videos. Lo que a mí me ocupa es el tema de la salud, pero mis otros colegas me dicen ahora que ando en política. Yo no me corrí ni un centímetro de mi lugar de médico, todo lo contrario, tuve que afirmarme más aún al eje hipocrático.

Hijo, intentan instalar un nuevo orden a nivel planetario bajo carteles de medidas sanitarias, es una dictadura encubierta, las cuarentenas son la primera fase del plan de estos psicópatas. La Comusav nació en este contexto para ayudar a la gente y está asentada en el verdadero conocimiento médico-científico que no responde a intereses políticos-económicos mayores, sino que apunta al bien común.

Te aseguro que ninguna de estas nuevas y extraordinarias medidas tomadas en relación a la supuesta pandemia están orientadas al cuidado de nuestra salud. La información y los protocolos oficiales apuntan exactamente en la dirección opuesta. Todos tenemos derecho a gestionar nuestra propia salud y este es el punto crítico del aspecto sanitario.

Nos imponen una infección contagiosa que trae consigo el fantasma de que para algunos no tiene cura y que todos somos posibles propagadores del virus. Lamento sonar disonante pero no es así y no puede permitirse tal abuso, como agente de salud estoy éticamente obligado a transmitir esto a todas las personas posibles. Por eso también te invité a pasar a vos, porque te veo caminar todos los días por el barrio.

Hizo una pausa, volvió a guardar la botella en el refrigerador y continuó su relato mirándome a los ojos.

La pandemia es falsa, es un fantasma psíquico instalado a la fuerza y por repetición, estamos viviendo dentro de una alucinación colectiva impuesta desde las elites gobernantes. Eres libre hijo, conoce tus derechos y recuerda que ser asintomático para nosotros significa que estás sano.

No le temas al fantasma, míralo de cerca. No le temas al gobierno, enfréntalo. No le temas a la muerte, es tu aliada más importante. Se está jugando el futuro del mundo y valor de la vida.  Nuestras acciones tienen un alcance muy limitado pero la red que nos contiene también es de dimensión planetaria.

Pandemia y miedo son las palabras claves. Tu reflexión es la base de todo. Primero hay que hacer el trabajo en uno.

Me desperté en mi cama, prendí el televisor y miré las noticias para confirmar. Todos los canales informaban lo mismo: Pandemia y miedo. Apegué el televisor, por última vez, y no lo volví a prender más, la radio tampoco.

El Ciudadano No Ilustre


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