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29 mayo 2016

El oscuro pasado del Papa Francisco I, que mucha gente desconoce.



Dos nombres retumban en el pasado oscuro del Papa Jorge Mario Bergoglio, Francisco I: Orlando Yorio y Francisco Jalics, los dos jesuitas secuestrados durante cinco meses por la dictadura militar argentina. Ambos fueron detenidos con el consentimiento del nuevo Papa en mayo de 1976. 

El Vaticano intenta “limpiar” la imagen de Bergoglio, pero su pasado lo condena. No hay en las hemerotecas ninguna declaración suya de condena a los años de terror de la dictadura argentina (1973-1986). 

Tampoco una declaración en defensa de esos dos jesuitas secuestrados cuando él era provincial de la Compañía de Jesús en Argentina. Ni mucho menos de los cuatro catequistas y dos de sus esposos secuestrados dentro del mismo operativo que jamás aparecieron, entre los que estaban Mónica Candelaria Mignone, hija del fundador del CELS, y María Marta Vázquez Ocampo. 

La página más negra en la vida del nuevo Papa se escribió durante los años de la dictadura responsable de la desaparición de más de 30 mil personas y el robo de bebés nacidos en cautiverio. 

Y, es que Bergoglio colaboró con los militares golpistas con su silencio ominoso y cómplice, en la operación de exterminio de una parte de la sociedad argentina. Obviamente no colaboró como ejecutor del siniestro plan de exterminio, sino con su pacífica convivencia con los verdugos. 

Orlando Yorio, el jesuita liberado después de cinco meses de tortura no tuvo dudas sobre el proceder del nuevo Papa: “No tengo ningún motivo para pensar que hizo algo por nuestra libertad, sino todo lo contrario”, dijo al acusarlo ante los tribunales de justicia. 

El nuevo Papa fue también citado en mayo del 2011 por la justicia argentina para responder ante la investigación sobre el plan sistemático durante la dictadura de apropiación y secuestro de menores hijos de desaparecidos nacidos en cautiverio. En esos años nacieron más de 500 bebés, según han denunciado las Abuelas de Plaza de Mayo quienes responsabilizan a Bergoglio de haber colaborado en la apropiación indebida de los recién nacidos para ser entregados particularmente a los colaboradores de la dictadura.

 

Las abuelas llevan luchando más de 30 años por la recuperación de esos bebés. Han logrado devolver su verdadera identidad a 107 y desde luego no se equivocan cuando dicen que el ahora Francisco I, nunca se acercó a ellas para ayudarlas, más bien, permaneció en silencio ante los hechos ominosos en torno a los bebés. 

La Santa Sede eligió al hombre perfecto para tapar, ocultar y esconder asuntos. Bergoglio es un gran actor, sus dotes histriónicos le proporcionan una imagen de supuesta cercanía con los más desfavorecidos. Viaja en Metro, hace chistes, es simpático y además aparenta ser humilde. No está mal para concretar el engaño al rebaño de católicos deseos de un nuevo Juan Pablo II, con su carisma, don de gente y control de masas. 

El Papa Francisco I, eligió su nombre porque quiere una Iglesia para los pobres, aunque él viva ahora rodeado de inmensas riquezas. Su imagen se acerca a Pío XII por su populismo conservador. Tiene la capacidad nata de hablar el idioma del pueblo, de acercarse a las multitudes a través de una oratoria y retórica muy cuidadas durante 30 años al frente de la Arquidiócesis de Buenos Aires donde se encargo de combatir a capa y espada a los gobiernos kirchneristas. 

Bergoglio sabe echarse al bolsillo a la gente. Y seguramente lo hará con magistral aptitud actoral. Pero no hay que olvidar lo que se esconde detrás de su elegante traje de Papa, aquel jefe provincial jesuita capaz de callar ante crímenes de lesa humanidad, incluso de participar con su omisión y su convivencia pacífica. 

Detrás del benévolo, divertido y afable, Francisco I, hay un hombre carcomido, oscurecido, manchado, por su terrible pasado; un pasado que nadie podrá borrar, ni siquiera el cloro que ahora se empeña en utilizar la Santa Sede para blanquear la vida y obra de Jorge Mario Bergoglio. 

Fuente:/taringa.net


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