Gracias Maestro, Maestro de Maestros que, y como tú sueles decir, durante un tiempo llevaste el nombre de Jesús.
Gracias, allí donde estés. No obstante, ya sabemos -por revelación del Cielo- dónde estás y aunque no nos ha sido revelado la ciudad que recorren tus pies a diario, sí lo fue el país: Estados Unidos de América. ¡Pensilvania es muy grande!
Gracias por "el empujón" y por el aluvión de..., tú ya sabes qué, que se produjo hace unos meses atrás. ¡La verdad, es que estuve a punto de "tirar la toalla" y si no hubiera sido por tu intervención, lo habría hecho! ¡Sé que fuiste tú, Maestro! ¡La "estela" llega desde ese país!
¡Siempre estás ahí! ¡Cuando los demás perdemos las fuerzas, por lo que sea, siempre vienes tú para echarnos una mano!
Gracias, Maestro Jesús y, me gustaría y sé que algún día podré volver a hacerte algunas preguntas acerca de..., ¡todo!, no ya como aquella vez que, ingenuamente, preguntaba: ¡¿cómo puede un hombre nacer, siendo viejo?! sino, ¿por qué el Hombre de la Tierra aún no es consciente de Aquello que habita en su corazón?
Mario Z. G.
