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06 abril 2022

¿SIGO SIENDO CRISTIANO? - (Reflexión de uno de "los dos olivos")

 

Al amanecer de la publicación de mi último trabajo, ¨El Libro Secreto de Jeshua¨, ya escucho una cierta cantidad de comentarios…

"¿Otro libro sobre Cristo? »…« Siempre en el pasado... ¿Entonces no puede apartar la mirada?" A decir verdad, admito que puedo entender estos comentarios. Son los testigos de un cansancio general en el seno de un Occidente desilusionado, testigo pasivo de su cultura vacilante y sobre todo de su fe en la decadencia.


Sí, las puedo entender porque, si mi camino en la vida no me hubiera llevado a experiencias y líneas de pensamiento no convencionales porque eran liberadoras, probablemente habría formulado otras similares.


En efecto, en cuanto se tiene un poco de sentido común y con toda lógica, es bastante fácil comprender por qué nuestro Occidente judeocristiano ha visto –sin reaccionar o casi– desmoronarse su cemento en unas pocas décadas. ¿Y cuál es el cemento de una sociedad sino su creencia en un Principio superior unificador, su fe, su esperanza puesta en un ideal o, si se prefiere, su religión? Diga lo que diga al respecto... porque hay ¨cosas¨ que están visceralmente ligadas a la profundidad del ser aunque éste las rechace en la superficie.

Algunos me dirán, por supuesto, que ya era hora de que nos deshiciéramos del yugo de la Iglesia... y yo estoy totalmente de acuerdo con ellos. Demasiadas mentiras obvias, compromisos, crímenes y manipulación de conciencias. Esto tenía que parar y el poder religioso –o sobre todo muy poco eclesiástico– verse obligado a aflojar considerablemente su control dictatorial.


Excepto que... Excepto que, cuando creas un vacío, creas un vacío y que es ilusorio persuadirte a ti mismo de que se llenará solo.
Como sabemos, muchos afirman que es la Ciencia en su conjunto la que llena este vacío y que así es perfecta.

Yo, personalmente, creo que esto es falso. La ciencia no ha cumplido nada en absoluto. Ella fue capaz de dar y probablemente todavía da la impresión... pero, mirándolo, nunca pudo ocultar nada más que el vacío en cuestión. Al halagar ciertos aspectos de la persona humana, ha servido de ¨cache-miserie¨ para su realidad profunda, la que asusta o delira: el alma.


Seamos claros, no tengo nada en contra de la ciencia. Al igual que tú, uso sus aplicaciones todos los días. Nadie puede negar que, en muchos sentidos, nos presta multitud de servicios, nos hace la vida más fácil y amplía ciertos horizontes... No soy, pues, de los que se han embarcado en la lucha estéril del Espíritu contra la materia y viceversa.


No, no tengo nada en contra de la ciencia misma. Participa en el desarrollo esencial de la vida. Por otro lado, deploro la actitud de la gran mayoría de nosotros hacia ella…, a saber, su sometimiento, a veces incondicional, a lo que propone o induce…, y que conduce a su cuasi-deificación.


Su supremacía actual es precisamente el velo que cubre el vacío del que hablé antes, un vacío cuyos efectos ya son devastadores.
Así, los occidentales que somos hemos caído en una trampa similar a aquella de la que la mayoría de ellos se habían sacado, la de la esclavitud a una fuerza todopoderosa externa a ellos, la de la hipertecnología, con sus sumos sacerdotes y, en su cumbre, el dios de la computadora que ahora tiene su altar con sus íconos en casi todos los hogares.


Pero, seamos lúcidos y honestos… No es culpa de la hipertecnología en sí misma que se haya hecho pasar por una divinidad sustituta. Es necesidad esencial del ser humano referirse, a toda costa, a una fuerza superior externa a él que es responsable de este fenómeno de transferencia.

La ciencia en su conjunto ciertamente no es la única fuerza impulsora detrás del rechazo de la religión y la explosión del ateísmo occidental.


Es la Iglesia misma, la religión cristiana, todas las tendencias juntas, lo que es en gran medida.
Ha sido erosionado, gastado por la mentira, por una necesidad visceral de control y, para ser honesto, por la temporalidad, ya no es un secreto. El Hombre sigue siendo el Hombre, cualquiera que sea la época en que viva, cualquiera que sea el papel que se asigne a sí mismo en una sociedad.


Es él quien construye las religiones a imagen de lo que es capaz de concebir y, por tanto, en la medida de sus limitaciones y deseos personales.


El cristianismo romano es, como tal, la mejor ilustración que se puede encontrar de este estado de cosas con sus múltiples vagabundeos y su poder centralizador. No lo voy a poner a prueba porque esto ya se ha hecho muchas veces y no está cerrado, porque eso no cambia nada para los que no quieren cambiar, porque no soy beligerante con la naturaleza y en fin porque puedo reconocer que ha suscitado, a pesar de todo, la expresión de grandes almas en este mundo.


Entonces, ¿qué? Mi intención al escribir estas líneas es simplemente afirmar con toda la convicción que me habita que es urgente que eso que llamamos ¨Cristianismo¨ hagamos mucha limpieza en su interior..., so pena de desvitalizarlo aún más de lo que está. Esto, no es una predicción sino una observación. Hay momentos en los que hay que tener el coraje de cambiar de piel porque todo lo que tiene un principio tiene un final.


Hoy, si alguien me pregunta si soy cristiano, me cuesta decir que sí. ¿Eso te sorprende? No debería porque, como muchos, estoy convencido, es imposible para mí reconocerme en los dogmas del cristianismo, ya sea católico romano o no.


He vivido demasiados hitos y aprendido demasiado como para ceñirme a él… Y, lo más increíble es que cuanto más me alejo del cristianismo, más me acerco al mismo Cristo.


Desde mi punto de vista, está claro que el Cristo en la persona de Jesús ha sido traicionado en gran medida por las iglesias que Su impacto ha suscitado. Para aquellos que buscan aunque sea un poco y no se conforman con las bancas de su parroquia, no hay duda de que, desde los primeros siglos de ¨nuestra era¨, han aparecido importantes disensiones y formidables luchas de poder en el seno de la corriente cristiana... Sus consecuencias han sido incalculables ya veces dramáticas.


En vista de todo esto –y numerosos documentos de época invitan a tal reflexión– la expresión ¨traición al pensamiento y a la doctrina cristiana¨, ciertamente, no es excesiva.


Si actualmente nos encontramos en plena ¨estampida cristiana¨ -contrariamente a lo que algunos quieren persuadir- es porque la Enseñanza original de Cristo ha sido desvitalizada, reducida a su expresión más simple, a una especie de código de buena conducta moral acompañado de una credo absoluto, y porque la Iglesia ha infantilizado la reflexión espiritual de sus fieles preconizando una religiosidad esclavizante y culposa.


Incapaz de adaptarse, por lo tanto, solo cosecha hoy las consecuencias de su política de cierre y exclusión de lo que no se le parece.


Contrariamente a la misma Palabra de Cristo, lamentablemente mantuvo el dualismo al colocar lo Divino fuera del ser, como un Poder que exige obediencia y que sabe castigar. Siempre están de un lado ¨los buenos cristianos bautizados que se salvarán¨…, y del otro…, los demás.

Pero, seamos un poco inteligentes y miremos en nuestros corazones… La respuesta está ahí. No está en el credo y la aplicación de religiosidad alguna sino en la búsqueda de una verdadera espiritualidad interna en cada ser, una espiritualidad abierta, de corazón, hecha de experiencia y no de lecciones aprendidas.


¿Cuánto tiempo más nos llevará llegar a comprender y luego admitir que la Presencia de Cristo que se encarnó en la persona de Jesús hace dos milenios no es propiedad de lo que se define como ¨cristianismo¨?

Personalmente, estoy a favor del llamado a la manifestación urgente y necesaria de lo que llamaré ¨Cristismo¨, una Tradición capaz de considerar y expresar una Enseñanza iniciática abierta -en el primer sentido del término- y ejemplo de un amor universal liberado de todo dogma.


Debajo del revoltijo de lo que los agobia y los adormece, estoy convencido de que nuestras almas tienen sed de una Tradición que apunte a hacer humanos adultos, hombres y mujeres que abran su conciencia a la inmensidad de la vida y no individuos mental, emocional y espiritualmente atrapados en una, cuidadosamente alimentada, eterna inmadurez.


Lo sé… Tales palabras, les parecerán a muchos, de un utópico que tiene rencor a la Iglesia, o de un ¨ilustrado¨ que quisiera reinventarlo todo.


No importa… La historia siempre ha demostrado –para aquellos que estén interesados ​​en ella– que la utopía es invariablemente la semilla de la evolución.


Apostamos en todo caso a que con lo que se está preparando actualmente en nuestro mundo, si no hay un verdadero resurgimiento de los valores cristianos universales y no de valores ¨reduccionistamente cristianos¨, vamos directos a dar contra un muro.


No tenemos más remedio que cambiar radicalmente nuestro nivel de conciencia.
En lo que a mí concierne, trato de trabajar para esto a través de mis escritos, a riesgo de parecer insistente, y me mantengo resueltamente confiado.


Sí, confiado..., pero, ciertamente, no ciego en cuanto a cuán estrecha será la puerta y cuánto costará.
Entonces… para responder a la pregunta que planteé al comienzo de estas pocas reflexiones, diría sin dudarlo… "No, ya no soy cristiano, me siento cristiano… ¡y respiro mejor!"

 Daniel Meurois



Nota de M. Z./ Me llevó bastante tiempo descubrir quiénes eran los llamados en el Libro del Apocalipsis de San Juan, en la Biblia: "los dos olivos", "los dos candelabros"... Fue dicho y escrito: "Por sus obras, los conoceréis".  Por lo demás, "ellos", sabed que jamás irán diciendo públicamente: "Somos nosotros a los que esperabais, estamos aquí". 

¡He aquí pues, una interesante reflexión de uno de "ellos"!


 

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