Hace años que, en el contexto de lo que llamamos el “cambio de la conciencia”, se habla ampliamente sobre el tema de la feminidad sagrada. Esto es muy positivo aunque a veces, ello roza los clisés y la saturación.
Ya era hora de que eso sea así y me siento feliz de haber podido contribuir a ello desde 1996 con la publicación de “Visiones Esenias” y de “El evangelio de María Magdalena” y finalmente con el “Testamento de las Tres Marías”.
Solo que… paralelamente a esta reflexión, ya hace tiempo que me pregunto sobre lo masculino sagrado.
Es una “tontería”… Pero ¿Por qué no pensamos sobre esto?No es porque en occidente intentemos enmendar varios milenios de dominación patriarcal que haya que pretender que esta forma de sacralidad no existe, o que sea superflua o incluso que esté fuera de lugar el evocarla.
Muchos hombres, en el sentido masculino del término, no saben ya muy bien dónde ni cómo posicionarse actualmente a causa de esta forma de ostracismo o al menos de silencio elocuente. Lo constato por las confidencias e interrogantes que recojo regularmente. ¿Será que lo masculino sólo puede ser profano y de algún modo deshonroso?
Entonces me digo que quizás ya es hora de empezar a recapacitar y “sacar del túnel” el lado noble y por tanto sagrado, de una cierta masculinidad, una masculinidad que, reconozcámoslo, ha sido seriamente mancillada desde hace mucho tiempo, asfixiada sin duda, por los dogmatismos religiosos y seculares, el machismo, así como por amalgamas de toda índole.
Si tenemos de un poco de sentido común, todos sabemos, evidentemente, que la manifestación masculina de nuestra humanidad, no está hecha solo de machos dominadores y primarios. No es pues sobre el sentido de esta evidencia que quiero expresarme aquí.
Es sobre el de una toma de conciencia del papel “despertador” que puede y debe tener el hombre por el principio que lo caracteriza.
¿Cómo definir lo masculino sagrado? Simplemente como el complemento exacto de lo femenino sagrado. Él es el dinamismo, el sembrador, la fuerza y la estabilidad en su versión sutil, luminosa y que persiste en el tiempo.
Daniel Meurois Givaudan
Se habla mucho sobre la función de matrona de la mujer en el contexto espiritual, sobre su papel iniciático. Eso es cierto, pero sería lamentable olvidar que no hay un venida al mundo que sea el resultado de una sola polaridad, tanto física como sutilmente. Lo masculino actúa en el corazón de lo femenino, mientras que lo femenino fermenta en lo masculino.
Tomemos ahora un poco de altitud y consideremos el Principio Crístico tal como nuestra cultura nos invita a comprenderlo, ¿acaso éste no se pone de relieve por las bodas místicas con nuestra humanidad y, por extensión, con el Principio femenino sintetizado en la persona de Miryam de Magdala?
Y, analógicamente, ¿acaso esa misma Miryam no se reveló así misma al personificar el arquetipo del receptáculo, de la copa, en resumen del verdadero Grial que representa toda nuestra humanidad? Para que un soplo se exprese, tiene que haber un espacio de acogida… y para que la acogida signifique algo, necesita inevitablemente un invitado.
La copa y su contenido expresan entonces, cada uno con su naturaleza, una de las caras de la Iniciación por la que llega al Despertar. Ilustran una única realidad: la de los aparentes contrarios inevitablemente conducidos a fusionarse. En realidad, es importante comprender que lo que percibimos actualmente como lo femenino sagrado no puede permanecer “cojo” en su contraparte masculina.
Sería por tanto lamentable que sirviese como único argumento al discurso, a menudo demasiado simplista, de algunos defensores de la “Nueva Conciencia”.
No comprender esto contribuye a mantener el juego cansino de “devolver la pelota” que se libra entre lo Masculino y lo Femenino desde… ¿Desde cuándo, de hecho? De todos modos desde hace demasiado tiempo.
En realidad, ¿Cuál sería el interés de pasar de un patriarcado a un matriarcado o de un papa a una papisa? Eso vendría a ser quitarse una máscara para ponerse enseguida otra.
Debería ser claro que cada vez que un ser llega a la realización, significa que se unifica, que experimenta en él las bodas alquímicas de la Luna y el Sol. Debemos saber que por esa misma razón, ya no piensa más en términos de sagrado y de profano y, con más razón, en términos de masculino o de femenino. Goza la Vida para ofrecerla simultáneamente, eso es todo.
Sean cuales sean los rasgos de su rostro o las líneas de su cuerpo, las fronteras y las polaridades han sido abolidas en él. El contenido hace olvidar el continente. ¡Es el Humano Sagrado el que conviene ante todo resucitar a través de las mil formas de expresión de la vida!
En vista de todo ello, está nuestro espíritu andrógino… Tras lo cual corremos sin ni siquiera saberlo.
Naturalmente, continuaré hablando con alegría del Femenino Sagrado porque su emergencia actual es significativa en cuanto a nuestro estado de mutación. No podemos silenciarlo. Nos revela el paso interior de un portal mayor, una fase que es urgente redescubrir…
Sin embargo, velaré que ese discurso no conduzca a una semi-metamorfosis porque, definitivamente, no va a ser ni por el hombre ni por la mujer como se van a resolver nuestros males, sino que será en el Soplo único que anima lo mejor de cada uno de ellos.
Para concluir, me preguntaréis ¿Entonces, podemos hablar a pesar de todo de un masculino sagrado? Sí, sin dudarlo. Hay que recordar que este existe y no temer manifestarlo. Por tanto que los hombres no tengan vergüenza de las especificidades constructivas de su corazón y que las mujeres no las teman…
Es la única manera de equilibrar los dos platillos de la balanza y concentrar por fin nuestra mirada sobre el astil luminoso de ésta.
por Daniel Meurois