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25 febrero 2017

La verdadera razón de la “carrera" por alcanzar la Luna.


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A mediados de los años `70, con el programa espacial tripulado de los EE.UU. en situación de inactividad, aguardando la llegada del transbordador espacial, y con el recuerdo de las misiones lunares desapareciendo paulatinamente de la memoria del público, varios antiguos empleados y asesores de la NASA comenzaron a formular sus propias opiniones sobre lo que habías sucedido a un cuarto de millón de millas de la Tierra durante los lanzamientos del proyecto Apolo. La prensa ufológica de aquellos días inevitablemente publicó notas extensas sobre las conversaciones sostenidas entre los astronautas y el control de tierra, haciendo hincapié en los incidentes anómalos y fenómenos extraños e inesperados. 

El doctor Maurice Chatelain, antiguo jefe de comunicaciones de la NASA, expresó la creencia controvertida de que tanto las misiones lunares soviéticas como estadounidenses habían sido “vigiladas” por OVNIs. Los autores, civiles, también manifestaron su parecer al respecto con sugerencias atrevidas, pero ninguna tan sorprendentes como las vertidas por George Leonard, autor profesional que había trabajado para varias dependencias del gobierno, en su libro Somebody Else is On the Moon ("Hay alguien más en la Luna"), el resultado de un análisis minucioso de las miles de fotografías de la superficie lunar tomadas por la NASA. 

La teoría de Leonard era que la Luna estaba habitada por una raza inteligente de origen extrasolar cuyas actividades eran claramente visibles a los instrumentos de nuestros astrónomos… actividades que fueron la razón verdadera de la “carrera por alcanzar la Luna” en los años `60. Las fotos, según Leonard, presentaban evidencia borrosa de enormes dispositivos de excavación extraterrestre de hasta cinco millas en diámetro, así como otros aparatos que supuestamente circulaban en la superficie lunar. Las más impresionantes de estas estructuras eran las enormes “torres” que parecían proyectar sombras cuya extensión se medía en millas. 

Edificación de gran altura sobre la superficie lunar y borrada por la NASA de una forma burda.


Las torres parecían estar compuestas de un material completamente ajeno a la roca lunar que les rodeaba. “La Luna está firmemente bajo el control de quienes la ocupan”, escribió Leonard en su obra. “Su presencia es visible por doquier: en la superficie, en la cara visible y en la cara oculta, en los cráteres, en los mares y en los altiplanos. Están cambiando la faz de la Luna. La sospecha o el reconocimiento de ello fue lo que disparó los programas de exploración rusos y estadounidenses, que más que competencia, parecen una cooperación desesperada”. Otras notas periodísticas se concentraron en aspectos igualmente controvertidos e igual de difíciles de verificar, como la enorme discrepancia entre las edades de las distintas rocas lunares recolectadas en distintas partes del satélite –aspectos tratados exhaustivamente por el astrónomo Don Wilson en sus libros Our Mysterious Spaceship Moon (NY: Dell, 1975) y Secrets of Our Spaceship Moon (NY: Dell, 1979). 

La tesis de Wilson se relacionaba con la posibilidad, señalada por el astrónomo Gordon McDonald en 1962, de que nuestro satélite fuese un cuerpo completamente hueco, dada la densidad reducida de su interior. Dada la imposibilidad de tener cuerpos celestes huecos, los rusos Vasin y Scherbakov lanzaron la intrépida hipótesis sobre el origen artificial de la Luna. Para finales de la década de los ’70, la fiebre producida por las anomalías lunares había menguado considerablemente y no volvió a comentarse nada sobre ellos hasta 1996, cuando el investigador Robert Hoagland presentó una serie de fotografías altamente curiosas en una conferencia celebrada en el National Press Club de la ciudad de Washington, D.C. 

Agrupados bajo el nombre Enterprise Mission, el ex-piloto de pruebas Ken Johnson de la NASA, los geólogos Ron Nicks y Brian Moore y el mismo Hoagland indicaron que muchas de la fotos lunares tomadas por la misión Apolo 12 indicaban peculiaridades que jamás habían sido tomadas en cuenta: estructuras casi sacadas de la fantasía con nombres como “el palacio de cristal” (fotografiado a una altura de 15 millas sobre la Luna cerca del cráter Hyginus) y “el Castillo” (una enorme estructura vítrea flotando sobre la superficie lunar a más de nueve millas de altura). Los comunicados de prensa emitidos por la Enterprise Mission por Internet y otros medios apuntaban: “Estas películas oficiales de la NASA, analizadas por un espacio de cuatro años con tecnología que no existía hace 30 años, cuando se tomaron las originales, representan una prueba innegable de la existencia de estructuras artificiales de gran antigüedad en la Luna”. 

Foto en donde aparece "el Castillo".
Foto en donde aparece “el Castillo”.

Detalle. 
Detalle del “castillo”. 

¿Llegaron primero los rusos? 

Aunque la historia siempre dirá que Armstrong, Aldrin y Collins fueron los primeros humanos en llegar a la Luna, este hecho siempre estará matizado por la incómoda realidad de que la antigua U.R.S.S. había lanzado, en enero de 1959, lo que se piensa era un vehículo de tres etapas diseñados para llegar hasta la Luna: la sonda Luna 1, pasó a tres mil millas de nuestro satélite, y las demás sondas pertenecientes a dicha serie de lanzamientos progresivamente lograron orbitar y hacer aterrizajes suaves en la Luna mientras que los primeros intentos de EE.UU. por llegar al espacio seguían atascados en la plataforma de lanzamiento. 

No se puede negar, entonces, la posibilidad de que una misión tripulada secreta perteneciente a la U.R.S.S. haya alcanzado la Luna. Existe un incidente que puede servir como inquietante corroboración a estas misiones rusas: mientras que el módulo de mando de la misión Apolo 17 sobrevolaba el cráter Orientalis, el piloto Al Worden afirmó haber visto un objeto de manufactura humana, de luces pulsantes, en el fondo del cráter. El control en Houston formuló la interrogante: “¿Acaso creen que se trata del Vostok?” Durante su siguiente órbita lunar, Worden pudo observar el aparato nuevamente. El programa Vostok correspondía a los primeros lanzamientos tripulados de la Unión Soviética, y algunos de ellos siguen ocultos en el secreto más absoluto. 

En 1969, un sistema de clasificación de la NASA acerca de los supuestos vehículos de lanzamiento utilizados por la URSS identificaba seis categorías distintas desde la “A” a la “G”; esta última letra designaba al “gigante de Webb”, un lanzador de dimensiones colosales identificado por el administrador de la NASA, James Webb, como el vehículo ruso utilizado para llevar tripulación e instrumentos hasta la Luna. 

La odisea del sargento Wolfe 

Una de las presentaciones de mayor impacto en el “Disclosure Project” auspiciado por el Dr. Steven Greer lo fue el testimonio grabado del sargento Karl Wolfe de la Fuerza Aérea de los EE.UU. (USAF). A mediados de la década de los ’60, el sargento se desempeñaba como técnico fotográfico militar, y un buen día recibió órdenes de sus superiores para personarse en la base aérea Langley, donde se había recibido la información visual obtenida por la sonda Lunar Orbiter. 

Recogiendo sus instrumentos, Wolfe se desplazó hasta la base Langley, donde unos oficiales le llevaron a un hangar que contenía el laboratorio fotográfico de la base. El local estaba vacío salvo por otro militar de bajo rango encargado de procesar el material fotográfico –negativos de 35 milímetros que eran convertidos a su vez en mosaicos de dieciocho pulgadas. Cada tira de negativos correspondía a una pasada de la sonda sobre la superficie lunar. Dio la casualidad que el aparato empleado para el procesamiento de imágenes no funcionaba, y ambos hombres se sentaron a esperar a que les trajesen otro. Repentinamente, el otro militar le dijo a Wolfe: “Por cierto, hemos descubierto una base en la cara oculta de la Luna”. 

Wolfe no ocultó su sorpresa, preguntando enseguida a quien le pertenecía, ya que faltarían varios años para el programa Apolo iniciase sus exploraciones. Seguro que los rusos –o hasta tal vez los misteriosos chinos– se habían adelantado a Estados Unidos. Pero, el otro hombre repitió que efectivamente, había una base en la Luna. “En ese momento –confiesa Wolfe en la grabación hecha para el Disclosure Project– sentí miedo. Si alguien hubiese llegado a entrar en el laboratorio, sabía que estaríamos en peligro por haber hablado sobre esta información”. Pero no apareció nadie, y para su mayor sorpresa, el técnico fotográfico de la base Langley le mostró uno de los fotomosaicos que presentaba una base artificial en nuestro satélite, con figuras geométricas, torres, construcciones esféricas de gran altura y estructuras parecidas a platos de radar, pero de proporciones colosales. “Algunas de ellas”, apunta Wolfe, “tenían unas dimensiones que superaban la media milla”


Las misteriosas estructuras lunares parecían tener un revestimiento reflectivo, mientras que otras guardaban cierto parecido con las torres de refrigeración de las centrales nucleares. Tan reveladora era la información visual que Wolfe llegó al punto de no querer ver nada más, sabiendo bien que peligraba su vida. “Me hubiera encantado seguir mirando, y haber hecho copias”, admite el sargento, “pero sabía que era un riesgo enorme, y que el joven que me había enseñado los fotomosaicos estaba excediendo su autoridad al mostrármelos”

La singular experiencia del sargento Wolfe recibió cierta corroboración por parte de Larry Warren, el controvertido testigo principal del célebre incidente OVNI en la base angloestadounidense de Bentwaters en el Reino Unido. Después de su experiencia, la cúpula militar llevó a Warren y otros soldados a un cuarto de proyección donde se les enseñó un rodaje extraordinario: tomas de la superficie lunar que permitían ver estructuras cuadradas de color arenoso, y en primer plano, el coche lunar Rover utilizado por los astronautas, que podían ser vistos apuntando hacia las estructuras. 

¿De vuelta a la Luna? 

Resulta curioso que la desapercibida sonda Clementine haya sido fruto de la tecnología bélica del escudo antimísiles conocido como “Star Wars” y no de los altamente exitosos programas de exploración planetaria de la NASA. ¿Significa esto que algunos de los sistemas ofensivos desarrollados bajo este programa del régimen de Reagan sean capaces de garantizar la defensa de nuestras propias sondas contra las “fuerzas hostiles” que ocupan la Luna? 

La ciencia ficción a menudo se adelanta a la realidad científica: la misión de Clementine incluía una visita a la Luna seguida por un vuelo en pasada a un asteroide para probar sus equipos. El borrador de la novela 2001: La odisea del espacio nos presentaba a la tripulación de la nave Discovery desplegando un espectroscopio láser como arma contra un pequeño asteroide. ¿Perseguirían un fin semejante las maniobras de la sonda Clementine?


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Psicografía de B. S. Parravicini del año 1972


El regreso de la NASA a la Luna en 1994 fue un evento razonablemente exitoso, ya que Clementine transmitió más de dos millones de fotografías sobre las regiones polares de la Luna, posiblemente descubriendo la existencia de hielo en uno de los cráteres del polo sur lunar, incluyendo fotografías de excelente calidad de algunos de los cráteres y relieves misteriosos. 

Sin embargo, el ambicioso plan de probar sus instrumentos contra el asteroide Geographos no llegó a realizarse: se perdió contacto con la sonda antes de que finalizar su misión, cayendo en una órbita solar inservible debido al fallo de uno de los generadores de empuje. Al igual que en el caso de otras pérdidas sufridas por el programa espacial, como la del Mars Observer, hay quienes creen que el silencio prematuro de Clementine representa otro acto de interferencia por fuerzas desconocidas opuestas a nuestra exploración del espacio.


por Carlos Alberto Iurchuk

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