"Esto es pura maldad... él lo sabía desde el principio, pero, ahora, que es una mentira de dominio público, intenta eludir su responsabilidad. Por no hablar de las muertes que ha provocado con sus "vacunas" biológicas, y Trump es su íntimo amigo... Sí, son unos bastardos satánicos y la justicia urge. ¡Que Dios nos ayude!" - Larry Kaifesh)
En el verano de 1988, cuando cursaba el último año de bachillerato, empecé a leer todos los informes que anunciaban la inminente catástrofe de lo que entonces se llamaba «calentamiento global», supuestamente causado por la combustión humana de combustibles fósiles.
Durante casi dos años, me vi atormentado por visiones mórbidas, intrusivas y obsesivas de un mundo convertido en un desierto inhabitable. Estoy seguro de que esta revelación —este apocalipsis— del fin del mundo afectó mi estado de ánimo, mis estudios y mi vida social. Durante mi último año de bachillerato, empecé a actuar y hablar como un «activista» problemático, y con razón me ridiculizaron por ello.
Tras trabajar para Greenpeace en Boston durante aproximadamente un año en 1990, me di cuenta de que nuestra «comunidad científica» no tenía ninguna base sólida para hacer predicciones apocalípticas sobre el calentamiento global.
También me di cuenta de que, incluso si los científicos tuvieran motivos legítimos para sus preocupaciones, sería imposible medir el éxito de cualquier política concreta de reducción de carbono. Tras pasar un tiempo en Europa, se hizo evidente que de nada serviría que las pequeñas naciones industrializadas redujeran sus emisiones de carbono si China e India no se esforzaban aún más por hacer lo mismo. Estas enormes naciones, por aquel entonces, buscaban alcanzar el mismo nivel de vida del que disfrutábamos desde hacía tiempo en Occidente. Era imposible que redujeran su ritmo de consumo de combustibles fósiles.
Me pareció que, con mucho, la mejor y más factible política global era adoptar medidas enérgicas para detener la quema de los bosques tropicales del mundo.
Por ejemplo, cada año en Indonesia y Malasia, millones de hectáreas de bosque son taladas y quemadas. Gran parte de esta tala se realiza para despejar terrenos para plantaciones de palma aceitera. En 2022, la industria de la palma aportó 39 mil millones de dólares a la economía indonesia.
Si bien reconozco que esta es una suma considerable para Indonesia, representa una pequeña fracción de los 280 mil millones de dólares que la industria automotriz occidental invirtió en el desarrollo de vehículos eléctricos en 2022. La reducción de emisiones de carbono de los vehículos eléctricos —si es que existe alguna— es insignificante en comparación con el doble impacto negativo de quemar millones de hectáreas de bosque y eliminar su capacidad de absorción de dióxido de carbono. Este es solo uno de los muchos ejemplos que demuestran que todo el discurso de la "reducción de carbono" es una farsa.
Durante los últimos veinte años, se han amasado grandes fortunas difundiendo agresivamente la idea del "cambio climático", pero ahora hay indicios de que esta epidemia psicológica está remitiendo.
Bill Gates, quien durante mucho tiempo ha sido uno de los grandes profetas del desastre en la industria del cambio climático, acaba de anunciar que, después de todo, el cambio climático no es una amenaza existencial para la humanidad.
Focal Points - 30 de octubre de 2025
