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31 mayo 2017

No es agradable ver que lleváis máscaras y que sois perezosos... (Maestro El Morya)


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LA ACEPTACIÓN Y EL NO-JUICIO 

Todos los esfuerzos que habéis hecho para gustar y para construir máscaras que se parezcan a vuestra divinidad ideal os han agotado y os han conducido inevitablemente a la pereza.

La pereza es lo opuesto a la atención, es ausencia de alegría.

Entonces, para volver a encontrar la alegría que es la consecuencia directa de la aceptación, es indispensable estar de acuerdo en deteneros y descubriréis a aquél que se encuentra detrás de ellas.

No es agradable ver que lleváis máscaras y que sois perezosos, cuando siempre habíais creído que erais una persona activa, al servicio de los demás, etc. Al elegir descubrir esta mirada de aceptación, elegís automáticamente la honradez, y al elegir la honradez, permitís que vuestras antiguas reacciones aparezcan en la superficie de la conciencia.

Aquí es donde será necesario estar muy atentos a fin de tener una actitud de verdadera aceptación ante los monstruos que son vuestras actitudes reprimidas y ocultas. Así, cuando entonces veáis aparecer una cara de vosotros mismos que os desagrada, decidle esto:

“Sé que he elegido estar en tu piel por un tiempo, acepto haber sido como tú, te amo y te acepto como a cualquier otra parte de mí. Te amo y eres libre”.

Cuanto más amigos os hagáis de las partes de vosotros que no os gustan, ¡menos se rebelarán!

Vuestros roles son como niños. Si los negáis y les decís: “No, no quiero saber nada de ti, pereza o rabia o tristeza”, estos niños van a patalear hasta que aceptéis hacerles un lugar en vuestro corazón.

Debéis comprender bien que estas actitudes son neutras. No son ni positivas ni negativas. Os han sido útiles un día que tuvisteis necesidad de ellas, de la misma manera que vuestro cuerpo y vuestra mente os son útiles para tener la experiencia terrestre. Esto no quieres decir que debáis ser sus esclavos.

Es necesario, ahora, que encontréis el camino de la des-identificación, que os deis cuenta de que no sois la rabia, ni la tristeza ni ningún otro pensamiento o emoción, sino que sois su dueño.

A veces reaccionáis como un pintor que se cree que es su propio cuadro y que ya no sabe cómo des-identificarse de él. ¿Comprendéis que sólo necesitáis aceptar ver las emociones que llaman a vuestra puerta únicamente para ser reconocidas y amadas?

Cuanto más insistente es una emoción y vuelve una y otra vez a llamar a vuestra puerta, más os muestra esto vuestra obstinación en rehuirla, negarla, y por tanto, en rechazar amarla.

Es por esto, amigos míos, que os digo que es necesario considerarlas como niños pequeños que sólo os piden que les dediquéis un poco de vuestro tiempo. En verdad, sólo esperan una palabra por parte vuestra: “Te quiero”.

Entonces me diréis: “sí, pero ¿cómo puedo amar la violencia o el odio que está en mí? No lo consigo”.

Os responderé simplemente esto: “abandonad la creencia de “no lo consigo”, porque con esta afirmación, negáis que este YO es divino y todopoderoso”.

El YO es todopoderoso, es bueno recordarlo. Y, en vez de hacer comentarios sobre lo que os creéis capaces o incapaces de hacer, HACED-lo al menos una vez.

Entonces tendréis la prueba de que el YO lo puede todo a través de vosotros, en cuanto se lo permitáis. Vuestro único obstáculo para “conseguirlo” es vuestra creencia e insistencia en afirmar vuestra pequeñez e incapacidad.

Daros cuenta ahora de que vuestras creencias no son quien sois, de la misma manera que vuestros vestidos no son QUIEN SOIS. Son intercambiables, siempre podéis elegir.

Entonces, amigos míos, para que vuestro trabajo de despojaros de todo lo que creéis ser sea más dulce y agradable, aceptad hacerlo como un juego.

Imaginaros que podéis mirar estas vestimentas que lleváis y creer que están pegadas a vuestra piel, y miraros luchando para intentar despegarlas. ¿No es un espectáculo cómico y maravillosamente agradable?

Acordaros pues de estas dos claves cuando estáis identificados con una emoción que “se pega a vuestra piel”:

1. Esta emoción es una reacción, es una vestimenta, y YO no soy esta vestimenta, sólo he aceptado llevarla durante un tiempo.

2. YO decido ahora aceptarla como a uno de mis hijos, y decirle: “Te quiero, eres libre”.

Estaros atentos a los pensamientos que mantendréis con relación a este trabajo, porque tanto si estáis llenos de motivación como si pensáis que esto no sirve para nada, sólo crearéis otro desgarro entre aquél que ama en vosotros y ese pequeño vosotros, llamado Ego, que a veces se cree incapaz y a veces todopoderoso.

La aceptación amigos míos es un acto, no una creencia.

Así, os propongo ahora un pequeño ejercicio que podréis hacer cada vez que hayáis olvidado aceptaros.

Este ejercicio os traerá de vuelta a vuestro estado natural de relajación y la relajación lleva inevitablemente a la aceptación de lo que existe, y por tanto, al regreso de vuestro vosotros Real.

Instalaros confortablemente, cerrad los ojos, y con cada inspiración tomad conciencia de que inspiráis todo el Amor del Universo y toda la luz divina que habitan en todas las formas de vida.

Sabéis que este amor está por todas partes. Inspirad este amor, esta paz, y dejad que llene todas las células de vuestro cuerpo.

Con cada inspiración, dejad que cualquier tensión, cualquier juicio o cualquier emoción que consideráis que os invade, se vaya. Luego dejad que entre de nuevo la luz sanadora y relajante, hasta que os sintáis en un estado de aceptación perfecta, con una sensación de paz profunda.

Haced esto solamente durante unos minutos y comprobaréis con qué facilidad “lo conseguís” en cuanto dejáis de pensar en la manera de hacerlo y reemplazáis vuestros pensamientos por actos tan simples como éste, y de un efecto tan inmediato.

También podéis utilizar este ejercicio cuando encontráis a una persona o un acontecimiento ante el cual os sorprendéis reaccionando; os recolocará muy fácil y rápidamente en vuestro centro, en vuestra paz.

Acepto ahora
todas las partes de mí mismo
y las bendigo
en la luz sanadora de mi divinidad.


Chantal Dumont

Extracto del libro “Pasaje hacia una nueva mirada” La iniciación en lo cotidiano. Enseñanzas del Maestro El Morya. 

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