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21 mayo 2017

En vuestras sociedades occidentales, periódicos, revistas, emisiones diversas muy rara vez tienen el objetivo sincero de informaros. (Transmitido por un Elohim))


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Habláis constantemente de la necesidad de comunicar, pero ¿sabéis siquiera lo que significa? Vuestra era moderna se extenúa diariamente en una avalancha de parloteo desprovisto de vida. Circulan tan pocas cosas en ella. Tenéis que dejar sin más tardanza de ser cómplices de ese estado de cosas.

Dejar de ser cómplices no significa sólo dejar de sumar su propia voz a un guirigay irreflexivo e inconsecuente, sino también dejar de prestar oídos al delirio casi general. 

Sabed, amigos, que a este respecto vuestro mundo se encuentra en una verdadera situación de emergencia. Os lo afirmo, ¡nunca ha habido menos comunicación auténtica entre los seres humanos que hoy mismo!

Existe en cambio una pseudo-comunicación que alimenta un fantástico fenómeno parasitario del espacio mental de vuestro planeta. Esa pseudo-comunicación os es casi impuesta por lo que llamáis los medios de comunicación de masas.  

Que no os sorprenda que un hombre que os parece vivir en una roca [apariencia momentánea del Elohim] tan retirada del mundo aborde un terreno tan concreto, tan prosaico, diríais. Ya os lo he anunciado: mi objetivo y el que el nuevo Wesak ilumina desde ahora no es el de cebaros de filosofía desconectándoos de los muros cotidianos con los que tropezáis.

Mis "Hermanos Despiertos" [Maestros/as de Sabiduría de Shambhala], y yo mismo, queremos ante todo denunciar los falsos itinerarios, sacudir a la humanidad de su sopor individuo tras individuo, aunque para ello tengamos que encarnarnos en las formas más pesadas, bajo los aspectos más inesperados, fuera de las Escuelas y de los senderos señalizados. Y eso muy rápidamente... y con alegría.

Comprended bien que nuestras denuncias no son acusaciones impregnadas de hiel, porque sabemos que sólo los que sufren son capaces de hacer sufrir a los demás.

Por eso, llamamos a todos aquellos de vosotros que hoy son conscientes de este estado de cosas, a denunciar a nuestro lado, en paz y con amor, cierta dictadura mental y cierta contaminación psíquica que sofocan a la humanidad terrestre actual.

El Éter en el que vivís está saturado de una presencia parasitaria y tenéis que lavarlo mediante todo lo que me ha sido posible evocar con vosotros. No creáis que eso nos aleja de la fuerza que de este valle [en el Himalaya] se desprende... ya que todo el mundo debe heredar de ella para llevar a cabo la obra de limpieza y luego de reconstrucción a partir de su propia persona. 

La ducha es individual antes de reflejarse a nivel colectivo.

Hay un sonido que apenas oís y que puebla anárquicamente el Éter por el que viajan los pensamientos humanos. Ese sonido contamimante es resultante de la actividad psíquica desordenada de cada persona, considerablemente amplificada por la de los medios de comunicación.

¿Qué hacer? Ante todo saber, os lo repito, que no partís a la guerra, si que os basta simplemente con cerrarlas puertas a un asaltante que sólo saca sus fuerzas de vuestra propia inconsciencia.

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El remedio es sencillo, aunque se parece mucho aun mecanismo de autodestete que requiere voluntad: ¡extirpáos del universo intoxicante de los medios de comunicación! 

En vuestras sociedades occidentales, periódicos, revistas, emisiones diversas muy rara vez tienen el objetivo sincero de informaros, sino más bien el de deformaros, o incluso volveros informes. 

La uniformización de las opiniones y de las conciencias representa el blanco aún inconfesado de unos cuantos. Es una de las fases de la esclavización, en primer lugar mental, que una minoría [el Gobierno Mundial de la Sombra] se propone instaurar en este planeta al inicio de la actual bisagra entre dos Eras. Los cómplices y los actores de esta intoxicación son, por su parte, extraordinariamente numerosos, sujetos con correa por su ego y su cortejo de miedos y de necesidades. 

No se trata de juzgar al "otro", al que redacta el artículo, rueda el reportaje o presenta las deformaciones diarias. Se trata primero de mirarse a sí mismo en tanto que cómplice a menudo inconsciente, pero cómplice de todos modos, de una sociedad en la que gusta demasiado tragarse el alimento predigerido. 

"El otro", el que se introduce en vuestra casa por sus escritos o su verbo, no es más sombrío ni más calculador que vosotros, pero desde luego es víctima del mismo juego colectivo, de la misma ilusión, de la misma sed de protagonismo.

El remedio consiste en cortar los víveres a la expresión de los egos, a su exhibición debería decir, y por ese mismo hecho a la voluntad de dominación de una minoría extremadamente activa.

De todas formas, amigos, no os confundáis: no están por un lado los buenos pero desgraciados que sufrís una dictadura, y del otro lado los malos que dan las cartas y hacen trampas. Sólo hay seres que buscan, otros que ya no saben buscar y que olvidan, y finalmente otros que no tienen el valor de buscar.

Por consiguiente, el remedio es sencillo y, os lo repito, basta un poco de lucidez para cerrar una revista y apagar el televisor. Diez minutos diarios dedicados a lo que llamáis información bastan y sobran. 

Sé muy bien, amigos, hermanos, que semejante afirmación hará poner el grito en el cielo a aquellos de vosotros que afirman ser ciudadanos y no sujetos... pero sólo pondrán el grito en el cielo quienes todavía no sienten qué tipo de hierros les han pasado ya en los tobillos.

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En la mayor parte de las naciones de este mundo, el juego está viciado desde hace mucho tiempo. Sois todos sujetos de una inmensa dictadura, dado que vuestra realidad emocional y mental es lo frágil, porosa y manipulable que es ahora.

Por eso os digo, adoptando vuestro propio lenguaje, ¡"cambiad de onda"! Sólo modificando vuestra calidad vibratoria, y por consiguiente transformando vuestra capacidad de percibir los acontecimientos, dando un paso hacia la otra realidad que se oculta tras ellos, podréis pretender curaros de lo que os aplasta en este mundo.

De hecho, os exhorto a curaros a vosotros mismos, a despejar los mares de vuestra mente de su multitud de viejas barquichuelas que hacen agua por todas partes y alas que seguís aferrándoos a pesar de todo. En otras palabras, os lo digo: lavad vuestra aura hasta sus últimos recovecos empezando por tener una opinión más sencilla, más auténtica, más noble de vosotros mismos. Debéis estar absolutamente convencidos de vuestra capacidad de regeneración y de creación. Mirad, estoy aquí para reavivar su recuerdo en vuestra alma.

Por supuesto, algunos, estudiando estas palabras por los cuatro costados, dirán que provienen de un mercader de utopías... y seguramente habrá algún oído para seguir dándoles la razón, lo sé. Pero ¿quiénes son esos seres que hoy pretenden, una vez más e imperturbablemente, seguir dando lecciones en nombre de cierta racionalidad polvorienta y de cierto orden mundial que ha dado tristes resultados? 

Los contramaestres y los artesanos de vuestro sistema de pensamiento actual y del mecanismo de autodestrucción por el que os habéis dejado subyugar no tienen la decencia de callarse. Y aunque la tuvieran, el veneno se ha infiltrado hasta tal punto en los órganos del cuerpo común constituido por vuestra humanidad, que aún seguiría habiendo indefectibles servidores locales de la máquina desgastada para perpetuar su trabajo. 

Por lo tanto, no temáis decir, sin espada ni armadura sino con amor, sencilla y firmemente, "cállate" a todas las fuerzas que se apoderan de vuestra propia capacidad de ser vosotros mismos.

Recordad bien esta palabra: firmeza. Sin ella, no pretendáis avanzar un solo paso en la limpieza integral de vuestro ser. El amor que debéis cultivar hacia la Vida que circula en vosotros se abre paso obligatoriamente mediante un conjunto de decisiones firmes. Sin embargo, firmeza no significa ni dureza ni intransigencia. 

La firmeza hunde sus raíces en las profundidades de esa confianza de la que ya os he hablado tanto. Es, en definitiva, la fuerza de alma de aquellos que saben adónde van... Y no lo dudéis ya, en el fondo de vuestro corazón, sabéis perfectamente adónde vais. Lo que tal vez ignoréis todavía, es cómo vais a ello, por qué camino de la vida. Sin embargo, recordad esto: los detalles de vuestra hoja de ruta revisten muy poca importancia. Tampoco importa nada que os resulten totalmente extraños, ya que el abandono de las resistencias es un increíble fertilizante del ser. 

Lo esencial es avanzar, con una mano sobre el corazón y con resolución. Quien actúa así no se puede perder. Preserva la pureza de su pensamiento, y genera en torno suyo un movimiento de fuerzas que se puede calificar de etéricas y que constituye una verdadera central energética. 

Ese mecanismo sagrado se asimila al motor que algunos llaman "la fe". Por mi parte, no utilizaré ese termino, porque las religiones humanas lo han empleado desconsideradamente, hasta tal punto que a veces provoca un rechazo cercano a la indigestión.

El Wesak, con su semilla ofrecida, no os pide una fe ciega, sino el valor de poner en práctica un Amor hacia el Todo. No trata de convertiros en ciegos o tuertos, sino en seres responsables y conscientes de su presencia en la Tierra, de su misión de felicidad, y finalmente de su capacidad de divinizarse.

Para captar el sentido de todo esto, no temáis pedir a la Vida, al Universo, a la Divinidad si así lo preferís, la parte del Aliento que en justicia os corresponde. ¿Cómo podrán abriros una puerta si no os tomáis la molestia de llamar?.

Babaji

"Wesak. La hora de la reconciliación" Anne y Daniel Meurois Givaudan

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