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13 mayo 2017

¿Por qué nos identificamos y además votamos siempre a los partidos políticos más corruptos?


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LAS TENDENCIAS CORRUPTAS.

La corrupción está de moda, los boletines informativos desglosan las artes perversas de los tejemanejes de los protagonistas de estas prácticas que, en España, están en su pleno apogeo. Recuerdo hace años cuando los medios de comunicación daban parte de los chanchullos en Italia, en Argentina, o en cualquier otro país tildado de república bananera, cuando aquí se repartían los sobres, se amañaban las mordidas, ganaban los de siempre, y el fraude en la sombra crecía. Ahora todo está saliendo a la luz.

Pero, ¿qué es la corrupción y de dónde sale?

A la luz del análisis cabalístico, que siempre revindicaremos desde estas páginas, la corrupción es una degradación, una intención existente anulada por tendencias más temibles que se hacen con el poder y, esta clase de energías alojadas en la profundidad de la personalidad, suelen ser muy resistentes a cualquier proceso de conciencia. Los corruptos, simplemente, no consideran que están haciendo las cosas mal.

El relato del Génesis, y más concretamente una de las obras maestras de Kabaleb: su interpretación esotérica del Génesis, nos aclara el proceso de la Luz y las Tinieblas y de cómo la humanidad ha tenido que pasar por la oscuridad para comprender lo que es la Luz. Desde la constitución del Árbol de la Vida, donde se originó el combate en Binah, de las Fuerzas de la Luz, arrastramos desde el principio de la existencia, esas tendencias contrarias debido a la corrupción de Nahash, la Serpiente, que traicionó a Aisha, tentándola a probar la fruta prohibida, es decir empujándola a asumir un conocimiento que aún era velado. 

Es evidente que el Génesis no relata unos hechos históricos, sino que nos habla de la formación y la evolución del género humano y, de forma alegórica, nos introduce en los distintos mecanismos de la psique, en como se formó. La narración de Moisés nos relata el sinuoso recorrido del alma humana en busca de su unidad, de su divinidad, mediante toda una serie de metáforas. El paraíso es un estado anímico y algunos, para alcanzarlo, burlan las leyes.

La primera corrupción quedó pues adscrita a nuestro comportamiento, y desde entonces reproducimos esa sentencia, hasta que seamos capaces de liberarnos del pesado fardo de esos instintos que nos degradan y retrasan nuestra evolución. Así vemos que la corrupción que asoma cada día en las noticias ya no extraña a nadie, forma parte del sistema y hasta hay quien afirma que: “¿quién no metería la mano en la saca de las ganancias revueltas?, si no lo hace uno, lo hará el otro”. Ese pensamiento ha alimentado y sigue alimentando ese egregor ruin y la corrupción sigue campando a sus anchas.

Hay quien tiene un nivel de conciencia que no le permite rebajarse hasta ciertos extremos, y hay quien acepta, quien tiene un listón de tolerancia bastante más alto en este sentido y le molesta la corrupción cuando no puede sacar tajada.


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Que la corrupción siga siendo sistémica dependerá de la implicación personal, no solo de los que puedan arrepentirse y denunciarlo, sino sobre todo de los que ayuden a elevar el nivel de conciencia, y para ello deberemos empezar por nuestras propias actuaciones. 

Hay síntomas que pueden revelar si somos más o menos solventes antes de la invasión de la corrupción. La degradación puede empezar sutilmente por adoptar un frecuente comportamiento contradictorio, hipócrita, farsante; por una falta de fidelidad a los principios, a los ideales; por querer aparentar lo que no se tiene; por infringir las propias normas de conducta moral y de nobleza; por dejarse tentar solo una vez porque no pasa nada.

Todos, en más o menos medida, hemos sucumbido alguna vez a alguna clase de corrupción, aunque la que más se denuncie sea la de los valores monetarios. Lo corrupto es una degradación anímica que ataca la pureza y solo conozco un método efectivo para combatirlo: la comprensión de las normas con amor, lo que en Cábala se expresa como la unión de Hochmah y de Binah, Amor y conocimiento.

Desde que Plutón entró en Capricornio a finales del año 2008, hemos asistido al desmantelamiento de muchos chanchullos. En mis clases y cursos de Astrocábala solíamos decir que durante este periodo plutoniano, -que durará hasta el año 2023-, asistiríamos a la caída de no pocas cabezas coronadas, y más con la tensión de la cuadratura de Plutón con Urano en Aries activa desde el año 2010. 

Lejos de ser una predicción, es una evidencia. Urano rompe lo que no es lícito para el desarrollo de la humanidad, y Plutón regenera todo lo necesario para que la luz se imponga sobre las tinieblas. En términos cabalísticos diríamos que los Nahash, esas tendencias lumínicas descalabradas, se están haciendo un festín para obligarnos a hacer una limpieza a fondo. La corrupción es la consecuencia natural de una absoluta inconsciencia de cómo funcionan los mecanismos del abismo.


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Hay quien se pregunta que cómo puede ser que alguien que haya sacado un provecho de 20 o 30 millones no se conforme y quiera más, cuando posiblemente ni siquiera pueda vivir el tiempo necesario para gastárselo. Y es que no se trata de la cantidad en sí, sino que los Nahash siempre quieren más; no se conforman con menos. 

El poder, el dinero, la autoridad, no dejan de ser energía, o sea luz gestionada desde el abismo cuando se trata de corrupción, y por lo tanto quien lo desea, quien lo consigue, siempre va a desear más; es el célebre y fatídico mito de Fausto convertido en un arquetipo bien arraigado a la memoria colectiva.

Pero cuando la corrupción sale a la luz, cuando se desvela lo oculto, quiero pensar que la patología está en remisión y que las conciencias están elevándose para generar una ola de sinceridad y de visión más amorosa de la existencia. Sí, también en política, en economía puede existir el altruismo. Y como el Amor siempre suma, al final el mecanismo de la fuerza de repulsión que funciona en el abismo, acabará por transmutar la iniquidad y Dante terminará por alcanzar, al fin, el paraíso. 

por Milena Llop-redmilenaria



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