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23 septiembre 2017

Cuando recorría vuestra Tierra hace dos milenios..., (Jesús de Nazaret)

Enseñanzas del Maestro de Maestros, Jesús de Nazaret...

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"En verdad, esto es lo que os puedo decir. Cuando recorría vuestra Tierra hace dos milenios, mi cuerpo y mi corazón tenían conocimiento de muchas técnicas, técnicas que numerosos maestros (Babaji, Morya, Lamaas...) encargados de mi formación durante mi infancia se esforzaron en inculcarme. Siempre las he reconocido como ayudas, y sigo reconociendo su utilidad, pero debo decir que rara vez las he empleado, y sin duda más rara vez aún en los momentos que acuden a la mente de todos, los que se han fijado en las memorias. 

Las técnicas, las prácticas pueden desempeñar un papel de esclusa hacia otra parte de nosotros mismos o del universo; a veces también son el pretexto para una disciplina con el fin de canalizar la actividad de la conciencia mental y las fuerzas anárquicas de lo emocional... Pero, sabed que nunca serán ese potencial que, en vosotros, realiza el "trabajo", es decir la obra de restauración de vuestro ser divino.

Recorriendo vuestro mundo con la mirada, veo a un gran número de hombres y mujeres entregados de corazón y desde hace mucho tiempo a hermosas y respetables prácticas que, a su manera, son todas otros tantos yogas de purificación. Sin embargo, aunque gracias a ellas el templo de sus cuerpos se encuentra mejor alimentado y ennoblecido, aunque sus almas encuentran más paz en ellas y sus corazones una fuente donde pueden beber, la rueda de las limitaciones no se detiene por ello.

No basta con respetar el templo para convertirse uno mismo en templo de lo Vivo; no basta con querer la paz y el amor para ser paz y amor. Por el contrario, sólo se toman prestados los hábitos y con demasiada frecuencia se cae en su trampa, en la trampa del "iniciado". Son trampas sutiles que, aunque a menudo estén animadas por una voluntad de amor, siguen siendo proyecciones del ego. 

La práctica que se os pide sobre todo hoy en día, hermanos de la humanidad, más allá de todas las prácticas, ¡es dejar que se apague en vosotros ese brasero que desde hace tanto tiempo exclama: "quiero", con una voluntad tan personal, tan combativa! 

¡Abrid la mano, en vez de cerrar el puño y de endureceros! Que en vosotros todo sea fluido; la solución pasa por esta necesidad... No sois "vosotros", en lo que veis de vosotros, quienes debéis querer purificar vuestro cuerpo a fin de convertirlo en un trampolín más para reuniros con el Ser, ya que, en realidad, ¿acaso conocéis ese "vosotros"?

Por eso, os digo: Sed simplemente una vía de acceso para que la forma de mi Padre se encarne en esta Tierra. En esta vía de lo Impersonal es donde encontraréis vuestra verdadera personalidad. Es la Vida absoluta quien debe querer a través de vuestro cuerpo y de vuestra alma. Os pido entonces que dejéis de hacer de vuestra existencia un desafío, ya sea un desafío a vuestra pesadez o un desafío a las fuerzas de la Sombra.

El desprendimiento se convierte en la clave de la Era que se abre en adelante.

No hay que convencer a nadie de nada, ni siquiera de lo que, en la superficie de vuestro ser, se rebela aún y hace como si no entendiera, como si ya no comprendiera. 

La totalidad de vuestra personalidad encarnada, hasta el menor engranaje de vuestro organismo, sólo vive acontecimientos cuya finalidad es poner en evidencia esa necesidad de ceder.

Quien ha admitido esto empieza por ver cómo sus pruebas se transmutan en enseñanzas. 

Os aseguro que, para el Amor que hoy en día intenta expandirse en la materia densa de vuestro mundo, la noción de derrota no existe. 

Por lo tanto, eliminadla de vuestro corazón y dejad de hacer de ella el alimento de vuestros días. Lo que alimenta la debilidad y la enfermedad es ante todo el hecho de verse débil y enfermo. 

Por consiguiente, cualquiera que camine a mi lado por el camino de la consolación y de la regeneración debe disolver primero en su propio nido los viejos esquemas que el no-amor ha instalado en él. ¡Y, es así, amigos, como viene a madurar 'la energía del vuelo'!"

"Por el Espíritu del Sol"de A. y D. Meurois-Givaudan




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