"¿Cuántos de vosotros saben ya que los sufrimientos de su alma y de su cuerpo los han hecho avanzar a pasos de gigante y crecer en su interior? Vuestra época es tan rica, que esos hombres y mujeres se cuentan por centenares de millones.
En cuanto un alma necesita un detonador para 'apretar el paso y enderezar la espalda', el Espíritu del que procede se lo envía... Y, aunque éste revista la apariencia de un cuchillo que todo lo destroza a su paso, apunta directamente al objetivo y sólo desarma lo que es necesario desarticular.
No debéis considerar nunca que la enfermedad que llama regularmente a vuestras puertas bajo las máscaras más diversas es un castigo celeste.
¿Todavía existen seres lo bastante ingenuos como para atribuirle reacciones humanas al Espíritu Divino? ¡Elevaos, de una vez por todas, de vuestras deducciones apresuradas e infantiles!
El primer paso consiste en comprender que, en realidad, la enfermedad es el resultado de un autocastigo, una sanción, una censura del individuo hacia sí mismo ante la falta de respeto a las leyes fundamentales que rigen la Vida en el Universo.
El segundo paso lleva a admitir que se puede vivir el error como una oportunidad suplementaria en el camino que conduce a uno mismo. Cada falta de armonía se debe señalar con una piedra blanca en el itinerario de una vida.
Haced todo lo posible por vivirla como un trampolín que os obligará a conoceros un poco más, pues ella actúa a fin de que os preguntéis: "¿por qué?", y luego, vuelve a buscaros al final de vuestro último refugio, hasta que vosotros mismos podías pronunciar la respuesta justa".
"Por el Espíritu del Sol" - A. y D. Meurois-Givaudan