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19 junio 2018

Recuerda siempre que fue tu amor y agradecimiento lo que te trajo la curación.

"La auténtica enfermedad del ser humano es el  
no ser consciente de aquello que habita en él" (Buda)


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Esta, es una experiencia real narrada por el famoso doctor John F. Dermatini. Una hermosa experiencia vivida por Josephine, en la cual, ella, y sin pretenderlo nos da la clave, y, por cierto, la única que hay realmente para sanar cualquier tipo de enfermedad por muy grave que sea. 

Nunca podremos curar nuestro cuerpo físico si antes no hemos sanado nuestra alma y, el Amor, es la única llave que abre todas las puertas y purifica nuestra alma. No olvidemos que la enfermedad, sea la que sea, no es más que un reflejo de un desequilibrio que ha surgido, en un principio, en nuestra alma y, tarde o temprano, se vierte en el cuerpo físico.

Ya lo dice el Dr. Dermatini: "Toda curación completa se activa a través del Amor y la Gratitud".
M.

"La enfermedad y el sufrimiento operan en realidad como bendiciones ocultas porque destrozan la complacencia propia de las ficciones que nos hemos creado respecto a nuestra vida y nos obligan a estar presentes en ella. 


A veces una lesión o enfermedad nos despierta el amor por la vida. Pocas situaciones nos inducen tanto a revisar nuestra vida como hallarnos en peligro de muerte. Muchas personas, y entre ellas nuestros seres queridos, realmente comienzan a vivir y a valorar la vida el día que les diagnostican una enfermedad grave.

Eso fue lo que le ocurrió a Josephine, una mujer encantadora que me contó su estimulante historia hace unos años. Tenía 77 años cuando la conocí y hoy sigue siendo una de las personas más vitales que conozco. Es tal su amor y vitalidad que los ojos le brillan y da la impresión de que resplandece.

Su historia comenzó cuando se acercaba a los sesenta años. Los médicos le diagnosticaron un tumor cerebral maligno y le propusieron intervenirla unos días después. Entretanto, la enviaron a casa y le recomendaron descanso. Ella cuenta:

Esos tres días fueron los peores y al mismo tiempo los mejores de mi vida. Me sentaba en la mecedora del porche de atrás para oír cantar a los pájaros y repasar mi vida. Sabía que de alguna manera mis frecuentes sentimientos de rabia y frustración y todas las veces que había tenido un comportamiento poco amable tenían que ver con lo que ahora me pasaba. 

Reía y lloraba, y comprendí que los acontecimientos de mi vida que en el momento en que sucedieron me parecieron tan terribles, muchas veces habían sido beneficiosos para mí. Y así es como se me ocurrió pensar que tal vez, eso mismo sucedería con mi tumor.

Llamó a sus familiares y les pidió que la vinieran a ver. Mientras los esperaba, les escribió una carta a cada uno agradeciéndoles todo el amor que le habían demostrado, todos los atentos favores y los muchos regalos que le habían hecho a lo largo de los años. Ellos llegaron un día antes de la operación.

Por la mañana, la acompañaron al hospital, se quedaron con ella y le contaron historias y rieron hasta que se acabó la hora de las visitas.

Cuando se hubieron marchado, ella se quedó contemplando las estrellas por la ventana y comenzó a agradecer todo lo bueno que había en su vida. Se sintió tan llena de amor que comenzaron a rodarle lágrimas de gratitud por las mejillas.


Recuerda: Me sentí totalmente inmersa en el amor, con una paz interior absoluta. Entonces, me pareció ver una luz detrás de mí y me volví para ver qué era; vi algo que me pareció una hermosa joven con el pelo suelto que me sonreía e irradiaba luz. Me dijo que era un ángel, que había sentido mi amor y venía a asegurarme que todo iría bien; todavía me quedaba muchísimo tiempo para cumplir mi finalidad en la vida.

Y añadió: «Recuerda siempre que fue tu amor y agradecimiento lo que te trajo la curación, Josephine. Eres bendecida».

Cuando me abrazó cerré los ojos, y cuando volví a abrirlos ya había desaparecido. 

Josephine se pasó el resto de la noche totalmente despierta, pensando en lo que le había sucedido y preguntándose cuál sería la finalidad de su vida. Después de meditar un rato sobre lo que realmente le gustaría hacer, comprendió que deseaba ser orientadora o terapeuta, y decidió que empezaría por enviar solicitudes a institutos para hacer realidad su sueño.

Por la mañana, cuando llegaron sus hijos, les dijo que ya no necesitaba operarse y les pidió que la llevaran a casa. El médico le recomendó encarecidamente que no se marchara y que se sometiera a la operación, pero ella insistió. Le prometió que volvería dentro de unos meses para hacerse otro examen y que lo llamaría si tenía algún problema.

Y así lo hizo, aunque para entonces ya había recuperado su energía y vitalidad, y cuando los exámenes revelaron que el tumor, que era un poco más pequeño que una pelota de golf, había desaparecido milagrosamente, su médico y su familia lo celebraron con entusiasmo.

("Dar Gracias a la Vida" - Dr. John F. Dermatini)

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