"El amor cura a quien lo recibe y a quien lo da".
(Karl A. Menninger)
Toda curación completa se activa a través del amor y la gratitud.
• El amor incondicional cura.
• La gratitud sincera libera amor incondicional.
• El poder que hizo el cuerpo también puede curarlo.
• Hagan lo que hagan los sanadores o terapeutas, sólo apoyan
el proceso de curación natural o inherente a la persona.
La enfermedad y el sufrimiento operan en realidad como
bendiciones ocultas porque destrozan la complacencia propia
de las ficciones que nos hemos creado respecto a nuestra vida
y nos obligan a estar presentes en ella. A veces una lesión o
enfermedad nos despierta el amor por la vida. Pocas situaciones
nos inducen tanto a revisar nuestra vida como hallarnos en
peligro de muerte. Muchas personas, y entre ellas nuestros
seres queridos, realmente comienzan a vivir y a valorar la vida
el día que les diagnostican una enfermedad grave.
Eso fue lo que le ocurrió a Josephine, una mujer encantadora
que me contó su estimulante historia hace unos años.
Tenía 77 años cuando la conocí y hoy sigue siendo una de
las personas más vitales que conozco. Es tal su amor y vitalidad
que los ojos le brillan y da la impresión de que resplandece.
Su historia comenzó cuando se acercaba a los sesenta
años. Los médicos le diagnosticaron un tumor cerebral maligno
y le propusieron intervenirla unos días después. Entretanto,
la enviaron a casa y le recomendaron descanso. Ella
cuenta:
Esos tres días fueron los peores y al mismo tiempo los
mejores de mi vida. Me sentaba en la mecedora del porche
de atrás para oír cantar a los pájaros y repasar mi vida.
Sabía que de alguna manera mis frecuentes sentimientos
de rabia y frustración y todas las veces que había tenido
un comportamiento poco amable tenían que ver con lo
que ahora me pasaba. Reía y lloraba, y comprendí que los
acontecimientos de mi vida que en el momento en que
sucedieron me parecieron tan terribles, muchas veces
habían sido beneficiosos para mí. Y, así es como se me
ocurrió pensar que tal vez, eso mismo sucedería con mi
tumor.
Llamó a sus familiares y les pidió que la vinieran a ver.
Mientras los esperaba, les escribió una carta a cada uno agradeciéndoles
todo el amor que le habían demostrado, todos
los atentos favores y los muchos regalos que le habían hecho
a lo largo de los años. Ellos llegaron un día antes de la operación.
Por la mañana, la acompañaron al hospital, se quedaron con ella y le contaron historias y rieron hasta que se acabó
la hora de las visitas.
Cuando se hubieron marchado, ella se quedó contemplando
las estrellas por la ventana y comenzó a agradecer todo lo
bueno que había en su vida. Se sintió tan llena de amor que
comenzaron a rodarle lágrimas de gratitud por las mejillas.
Recuerda que:
Me sentí totalmente inmersa en el amor, con una paz interior
absoluta. Entonces, me pareció ver una luz detrás
de mí y me volví para ver qué era; vi algo que me pareció
una hermosa joven con el pelo suelto que me sonreía e
irradiaba luz. Me dijo que era un ángel, que había sentido
mi amor y venía a asegurarme que todo iría bien; todavía
me quedaba muchísimo tiempo para cumplir mi finalidad
en la vida. Y añadió: «Recuerda siempre que fue TU AMOR y AGRADECIMIENTO lo que te trajo la curación, Josephine.
Eres bendecida». Cuando me abrazó cerré los ojos, y cuando
volví a abrirlos ya había desaparecido.
Josephine se pasó el resto de la noche totalmente despierta,
pensando en lo que le había sucedido y preguntándose cuál
sería la finalidad de su vida. Después de meditar un rato sobre
lo que realmente le gustaría hacer, comprendió que deseaba
ser orientadora o terapeuta, y decidió que empezaría por
enviar solicitudes a institutos para hacer realidad su sueño.
Por la mañana, cuando llegaron sus hijos, les dijo que ya
no necesitaba operarse y les pidió que la llevaran a casa. El
médico le recomendó encarecidamente que no se marchara y
que se sometiera a la operación, pero ella insistió. Le prometió que volvería dentro de unos meses para hacerse otro examen
y que lo llamaría si tenía algún problema. Y, así lo hizo, aunque
para entonces ya había recuperado su energía y vitalidad,
y cuando los exámenes revelaron que el tumor, que era un
poco más pequeño que una pelota de golf, había desaparecido
milagrosamente, su médico y su familia lo celebraron con
entusiasmo.
"Dar gracias a la Vida"
del Dr. John F. Demartini