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06 marzo 2018

LA VERDADERA HISTORIA DE MARÍA MAGDALENA QUE OCULTA LA IGLESIA DE ROMA.


Éste, es un relato fascinante narrado por la propia María Magdalena, y que ha sido extraído de los Anales Akáshicos; también llamados: 'El Libro de la Memoria del Tiempo'. Este bello relato ha sido entresacado del libro: "Visiones esenias", el cual, fue confeccionado, después de algunos meses de inmersión continua en los Anales Akáshicos, por su autor: Daniel Meurois.


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Representación de María Magdalena.


He aquí la verdad que la Jerarquía de la Iglesia Católica oculta sobre la verdadera historia de Myriam de Magdala, es decir, María Magdalena. Ella nunca jamás fue la prostituta que nos presentan los Evangelios Canónicos. 

Hacia el siglo V de nuestra Era los Padres de la Iglesia Católica utilizaron simplemente el lado fuera de la norma de María Magdalena, ya que les molestaba para sus propios intereses de dominio y poder. 

No les interesaba la imagen que realmente mostraba María Magdalena y que valoraba la importancia de la Mujer en la enseñanza Crística. Y, decidieron oscurecer su imagen mostrándola como realmente nunca fue: una prostituta.

Nadie puede ocultar la verdad eternamente, pues la verdad de los hechos, tarde o temprano, termina por salir a la luz.


Hace 2.000 años, en Palestina...
Era primavera, y al pueblo de Migdel (o, Magdala), acababa de llegar el Maestro de maestros, el Cristo, y una veintena de sus discípulos. María Magdalena salió a su encuentro y recibió al Rabí y a los discípulos en su amplia casa, una de las mayores del pueblo de Migdel; pueblo que estaba a orillas del lago Tiberiades... No era la primera vez que el Maestro y sus discípulos, después de largos viajes, descansaban en la casa de Myriam de Magdala...

"He pasado -comentaba Myriam ante los allí reunidos- una buena parte de mi infancia y después de mi adolescencia estudiando las hierbas. Los Hermanos de blanco (la fraternidad esenia) siempre me han dedicado largos momentos para eso. Así, aprendí las virtudes de las plantas y de sus perfumes; he visto cómo se las podía unir a múltiples óleos y por fin cómo el cuerpo los recibía. 

He comprendido rápidamente que, por eso, en las callejuelas, algunos me evitaban y desconfiaban de mí. Siempre se es algo mago, al parecer, cuando se frecuenta el alma de las plantas... y también a los hombres de la túnica blanca y los largos cabellos. Tomé mi propia decisión..., mi tío me alentó a ello..., y he creído que el camino de mi vida ya estaba trazado, sin lugar a duda.

Después, en mis dieciséis años, conocí a Saúl (Saúl de Tarso, el futuro Pablo de las Epístolas). Era rico, altivo, seductor... La boda fue suntuosa. Estaba hecha de amor y prometía abrir otras puertas que la de mis hierbas. Saúl se burlaba de mi saber, ¡qué no habría aceptado yo para estar a su lado! Así es como nació Marcus. No en esta casa sino en Tiberiades, donde las tareas de Saúl nos imponían estar en aquella época. Aunque de nuestro pueblo, era ciudadano romano...

Rápidamente, por desgracia, vi que a mi esposo no solamente le agradaba hablar mucho, sino que le gustaba quizá aún más el vino. Así que me refugié en mis aceites y en Marcus* que crecía. Entonces..., Saúl comenzó a pegarme y llegó el día en que hice lo que ninguna mujer hace.

Tomé a mi hijo y dejé Tiberiades para refugiarme en esta casa que había pertenecido a mis padres y donde aún vivía Esther. Es entonces, de hecho, cuando realmente todo empezó para mí. ¿Qué podía ser una mujer, que llegaba con un niño, con una riqueza manifiestamente mayor que la media del pueblo y de la que los rumores decían que acababa de abandonar a su esposo? ¿Qué podía ser sino una perdida? El Maestro os lo acaba de decir... Hay cosas que no se hacen... Hay cosas que no se puede concebir hacer, cuando se tiene la "lógica de Roma" atada al alma. Es, entonces, preferible sufrir, asfixiarse, incluso hasta morir, antes que salir de la fila... 

¡La lógica de Roma es también la lógica de los patriarcas de nuestra raza, no lo dudéis! Prescribe una actitud que destierra todas las audacias y la menor de las intrepideces.

Me he negado a la sumisión, a su dominio, al penetrar en esta casa con Marcus. La vida, realmente, me ha iniciado en su verdadero valor, a mi verdadero valor quizá también, en este mismo lugar donde estamos reunidos. Me ha obligado a no ahogar en mí la fuerza de libertad y siempre ha bullido en mi interior. Sin ese..., empujón sagrado de independencia, sin duda, nunca hubiera podido comprender la Palabra del Maestro como lo hago hoy..., y ¡sin duda esta casa no sería suya y vuestra!


Aquí, continúo preparando mis hierbas y mis aceites, sigo curando a aquellos que llaman a mi puerta y siempre recibo a los Hermanos de blanco, y lo que de mí se dice ya no me hiere.

   -Pero, ¿qué has hecho, Myriam, para que ya no te hiera? -se aventuró febrilmente a preguntarle Simón-Pedro, cuya frente se iba arrugando cada vez más, a medida que avanzaba el relato-.

   -¿Qué he hecho? Pues, justamente, no he hecho nada... Me he limitado a escuchar lo que me parecía oír en el fondo de mi ser y he confiado en ello. Me he preguntado por lo que era justo: la imagen que daba de mí, la que yo tenía de mis misma o lo que era en realidad en el fondo de mi corazón. Rezando al Eterno, enseguida comprendí que solamente lo que era podía tener importancia..., pero, al mismo tiempo, he visto que, precisamente, ignoraba lo que era y que no había más que una solución para empezar a aprehenderlo: dejar hablar a esa parte más recóndita de mi ser sin preocuparme en absoluto de las otras dos imágenes de mí misma.

Entonces conocí un poco el orgullo, lo confieso. He querido afrontarlo todo, desafiarlo todo porque me creía mejor, más verdadera. Tenía la fuerza de la independencia, la intrepidez, pero me faltaba esa calidad de Amor que todo lo apacigua y que el Rabí vino a tocar en mi ser, cuando el momento hubo llegado. 

Comprendo perfectamente que no es más que su nacimiento, pero dejo hacer, la dejo crecer al erigir cada vez menos barreras... Acepto dejar marchar todos mis miedos, sabiendo que no temo nada mientras me mantenga en esa parte de mis misma que es la única auténtica y a la que nada puede mancillar ni tan siquiera herir.

Qué importa entonces si en medio de la plaza o en las orillas del lago se me sigue señalando con el dedo, qué importa si los sacerdotes exigen a veces que se rodee mi casa. He admitido que podía ser un fermento que interpela lo que hay de fermento en el otro.

Como sabéis, ya no veo mucho a Saúl desde hace tiempo, pero me han dicho a menudo, que me consideraba como una enemiga... Fue mi adversario, lo que es muy diferente... Hoy por hoy, puedo deciros que ya no existe siquiera ese sentimiento de adversidad en mi alma... Es la dureza que se manifestaba a través de Saúl lo que me permite ahora recibir de otra forma al Sol..., y estar a vuestro lado.

Myriam de Magdala, ha sabido romper la cadena de las prohibiciones poniendo en cuestión el orden de las cosas. Nadie ignora lo que de ella se dice en esta comarca y por ese motivo es grata a mi corazón -dijo el Cristo-. 


Y, añadió: "La Conciencia de Miryan se extenderá algún día sobre el mundo. Será como un aceite; penetrará profundamente en los cuerpos y las almas para destilar sutilmente sus virtudes. Rezad a mi Padre a fin de estar presentes cuando el tiempo llegue porque, os los afirmo, su Verbo surgirá de nuevo".


¡Y, éste es el tiempo!

Se convertiría en Marcos "el menor" en los textos canónicos
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