Hemos sabido últimamente que ha habido encuentros entre físicos cuánticos y ciertos biólogos de vanguardia en los que han llegado al supuesto de que las 24 horas diarias clásicas se habrían reducido a más o menos 18 horas.
Evidentemente, esto no solo le concierne a la Tierra sino al conjunto de nuestra Galaxia. Esto viene a decir que, incluso si la alternancia de la duración de los días y las noches no parece afectada y se mide siempre mecánicamente del mismo modo, habría una compresión del espacio-tiempo.
Esta compresión afecta al nivel vibratorio del planeta (medido en Hertz) y el nivel de conciencia de todo lo que vive ahí… y no simplemente al de los hombres.
Esto podría querer decir que los valores cambian y que la percepción psicológica del tiempo lineal no es la misma.
Desde un punto de vista análogo, si la dimensión espacio (distancia) de alguna forma se contrae a causa de los medios de transporte y de comunicación mucho más rápidas, la dimensión del tiempo también ha entrado en mutación.
Globalmente todos vibramos más rápido, entonces, incluso sin apreciarlo claramente, vivimos eso que se llama la eterización de nuestro mundo.
Esa eterización no significa volverse borroso y algodonoso como algunos todavía piensan, sino en participar progresivamente en una transformación de todo lo que pertenece a la densidad.
Esto es porque, cuando nosotros estamos en decorporación, los mundos que nos aparecen, parecen también materiales como nuestro cuerpo físico.
Por extensión, podemos comprender lo que está pasando, por ejemplo, desde hace millones de años en la civilización venusiana, paralelamente a la nuestra. Por extensión también, podemos comprender que toda la esfera de Venus y de otros planetas de nuestro sistema ven actualmente su nivel vibratorio incrementarse paralelamente al nuestro.
¿Quiere esto decir que siempre habrá una desesperante desviación entre estas esferas de vida y la nuestra?
No, porque sus experiencias están destinadas a actuar de modo exponencial sobre la velocidad de nuestro desarrollo.
Sin embargo, debemos admitir que actualmente todos los habitantes de nuestro planeta no están en el mismo estado de evolución de la conciencia y que solo una parte de las formas de vida terrestre serán capaces de beneficiarse plenamente de la presente invitación cósmica al crecimiento.
¿Qué les pasará a las otras almas?
Serán atraídas poco a poco a encarnarse en los mundos a los que les convenga más.
A propósito de esto, la súbita explosión demográfica de la Tierra se explica en parte por encarnaciones masivas de almas procedentes de otros Sistemas Planetarios más jóvenes que el nuestro, con el fin de beneficiarse de las múltiples experiencias que propone nuestro planeta, particularmente desde hace unas décadas.
Comprendemos mejor hasta qué punto la Tierra no es solamente un planeta-escuela, sino también un planeta de acogida.
Si todas las esferas de vida evolucionan necesariamente de forma ascendente, la nuestra se sitúa particularmente en un punto crucial en cuando a las posibilidades de avanzar que propone.
Crónica de Marie Johanne Croteau y Daniel Meurois.