Hay un método muy sencillo para 'hablar' con Dios, cara a cara. Solamente debemos esperar al amanecer cuando sale el Sol por el horizonte, por el Este, o bien, podemos esperar al final del atardecer cuando se pone por el Oeste. Es, entonces, y de esa forma que podremos mirar y hablar cara a cara con "Dios", el Padre y Madre de la Creación, Origen de todo cuanto existe, sin que su Luz nos dañe la vista.
¡Sus rayos de Luz tocarán con suavidad el pequeño Sol que llevamos en el centro de nuestro pecho y leerá con infinita ternura nuestros sentimientos y pensamientos! ¡Hablémosle, más bien con el corazón más que con la mente!
Ya deberíamos haber comprendido que cuando el Maestro y Avatar, Jesús, cuando nos dejó la oración del Padre nuestro y, cuando en la oración se dice: "Padre nuestro que estás en los cielos....", no se refiere a un ser de aspecto humano, no se refiere a un anciano de túnica blanca y larga barba que se encuentra sobre las nubes. ¡Se refiere al Sol (a Cristo)!
Para rezar, no hay necesidad de palabras rituales. Y, como el mismo Maestro de Maestros Jesús, dice: "Desde toda la eternidad, la verdadera oración establece un diálogo entre dos corazones, nace de su encuentro que se convierte en unión. Si nuestra oración es una petición, que esa petición sea también lo mejor de nosotros mismos, que sea la manifestación de nuestra confianza y de nuestra certeza de ser uno con la Gran Luz, a la que, si lo deseamos, podemos dar todos los nombres del Universo".
El Sol, la Gran Luz, es la mayor e inimaginable Fuente de Amor y de Vida que existe en nuestro Sistema Solar, y Su Luz, es precisamente el primer visitante que todo ser recibe en cada mañana que nace. Su Espíritu nos inunda todos y cada uno de los días, aunque no Le percibamos. Nadie nota ya Su presencia ni su significado. ¡La Humanidad, ha olvidado su origen y su conexión inseparable con su Creador, "Dios", el Sol!
¡Las más grandes verdades son, precisamente, las más sencillas!
Hetbarel