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12 mayo 2018

Una oración no es una receta para comunicar con el Gran Todo. (El Hijo del Hombre)

 Enseñanzas del Maestro de Maestros, Jesús de Nazaret:
¡La oración!

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"Cuando el Hombre sufre o ve sufrir y le parece que todo se viene abajo, entonces, desde la noche de los tiempos, se pone a rezar. No siempre sabe ni a quién ni a qué, pero reza, es decir, que pide al Universo una solución milagrosa contra un veneno cuyo efecto teme. ¿Ha recibido alguna instrucción religiosa? Entonces, se acuerda de la sucesión de viejas frases que antaño un sacerdote le metió en la memoria.

No siempre comprende lo que significan sus palabras -¿las ha comprendido realmente alguna vez?-, pero, ¿quién sabe?, quizás estén realmente dotadas de una especie de poder mágico...

Quienes actúan así -y son la mayoría- rezan "por ver qué pasa", porque, al fin y al cabo, "podría funcionar, y también, porque no saben hacer nada más y la súplica dirigida al cielo es su último refugio.

Y, sin embargo, os lo digo: aunque su corazón sea sincero, ésos no rezan de verdad, simplemente celebran un ritual para que éste actúe en su lugar; en cierto modo, pulsan un botón que activa un asiento lanzable. LO QUE REZA NO ES EL FONDO DE SU SER, SINO ALGO DE SU EGO QUE ESPERA COSECHAR UN ALIVIO, Y NADA MÁS.

No os volváis hacia los demás para denunciar esa actitud, puesto que ya ha sido la de cada uno de vosotros y quizá lo siga siendo... En vez de juzgar, desarrollad ahora el sentido de la comprensión de la oración.

El contacto con la Fuente de Amor no se obtiene con un código de acceso mecánico semejante al que ha generalizado la informática. La Luz no será nunca objeto del dominio de un programa cuyas claves hay que poseer. ¿Quiere decir esto que tenéis que rechazar las oraciones tradicionales establecidas, la mayor parte de las cuales son súplicas? Indudablemente no, pero os pido que no las convirtáis en salvavidas, que restauréis en ellas el puente que ofrecían a los hombres y mujeres cuando fueron creadas. 

No os hablo aquí del poder vibratorio de las mismas palabras que, repetidas millones y millones de veces por multitud de seres, constituyen una fuerza etérica y astral, ya que no todas las oraciones han sido organizadas como un mantra.

Os pido que las convirtáis en esferas de diálogo por la orientación de amor y de confianza de vuestro corazón.

Una oración -y es especialmente necesario recordarlo- no es una receta para comunicar con el Gran Todo. Debéis verla, recibirla y devolverla como una proposición del Amor divino al Hombre o del Hombre a la Fuente eterna. Volved a convertirla en el intercambio que nunca hubiera debido dejar de ser, ya que pide que se la impregne de conciencia y no de automatismo.

Convertidla antes en un don de vuestro amor, que en una petición impaciente de vuestro ego. Entonces, que ya no sea el refugio pasivo y mecánico de cierta piedad y de una devoción ciega, sino la prolongación de lo más puro de vuestro ser.

En verdad, las oraciones deben ir dirigidas a vosotros. La fuerza generada por las palabras pronunciadas con conciencia y confianza se dirige tanto a vuestro espíritu como al corazón de Mi Padre. Su transparencia y la voluntad impersonal que deben impregnarlas constituirán los elementos motores de la respuesta.

Y ahora, escuchad esto, amigos: PARA REZAR, NO HAY NECESIDAD DE PALABRAS RITUALES. La oración que se os enseña participa en la prodigiosa reserva energética llamada egrégor, generada por una comunidad religiosa. Puede daros fuerzas, llevar a puerto vuestra nave sin brújula y así suponer para vosotros un cimiento sólido y reconfortante.

Pero, no olvidéis que también puede adoptar el rostro de la costumbre anquilosante y convertirse en la madre de un terrible inmovilismo que atrofia lo que llamo los músculos del alma: voluntad, conciencia y responsabilidad. Entonces, os lo pido: en vez de adaptaros a un molde, por muy bello que sea, dejad que vuestro corazón elija las palabras. Vuestra sed y vuestro poder de amor le ofrecerán el impulso del que conviene imbuirlos.

Desde toda la eternidad, la verdadera oración establece un diálogo entre dos corazones, nace de su encuentro que se convierte en unión. Desde ese instante no puede sino engendrar la manifestación de un deseo que es común: el fin de una falta de armonía.

Por eso, mi hermano Cristo ponía estas palabras en mi boca: "Pedid como si ya hubierais recibido", es decir, desarrollad la absoluta certeza -y no fingida por la mente- de que todo sufrimiento, aunque tenía razón de ser, está ahora desactivado.

Si vuestra oración es una petición, que esa petición sea también lo mejor de vosotros mismos, que sea la manifestación de vuestra confianza y de vuestra certeza de ser uno con la Gran Luz, a la que, si lo deseáis, podéis dar todos los nombres del Universo.

Entonces, vuestra oración no será una flecha despedida hacia una meta..., ya que, en cuento el impulso de vuestro corazón hace que éste se dilate con las dimensiones del Cosmos, nada puede ser exterior a vosotros.

Amigos, que no os asuste la amplitud de esta imagen. Evoca una realidad accesible a cada uno de vosotros a partir del instante en que decidís dejar de vivir la Separación. ratifica el tratado de paz total que debéis firmar con vuestro ser profundo. 

Hasta ahora, sólo habéis sabido ir de tregua en tregua, es decir, de buena conciencia en buena conciencia, de prudencia en prudencia, de reserva en reserva. ¡La paz que no es total no es la Paz! ¿No estáis hartos de quedaros en su vestíbulo hartándoos de excusas?

¡Hoy en día, hay que hacer todo lo posible para que se transforme radicalmente la cara de vuestro mundo, o la vuestra, que viene a ser lo mismo!

¡Oraciones por la Tierra, oraciones por su Humanidad, de acuerdo! Pronunciad esas oraciones, solos en un rincón de vuestra vivienda, o como una gota de agua en una asamblea, pero que la fuerza que se desprende de vosotros sea algo más que una parcela de vuestro ser, que sea VUESTRO SER ÍNTEGRO, con su confianza y su ausencia de duplicidad.

¡Que vuestra oración deje de ser un embajador hacia algún destino vago para ser VOSOTROS MISMOS en presencia del Diamante!

Pero, no veáis en ella la energía de un ariete empeñado en echar abajo las puertas que se le resisten. 

Una oración nunca se tejerá a fuerza de argumentos capaces de modificar los destinos, a veces, dictados por la Conciencia eterna. Un destino se justifica siempre por una necesidad no arbitraria y con finalidades luminosas. Por ello, no le opongáis vuestra voluntad, que puede reducirlo todo a intereses momentáneos y personales. Sopesad bien el significado de estas palabras.

Significan que, aunque una oración es un acto voluntarioso del alma, nunca debe transformarse en una crispación de ésta. La tensión que representa una esperanza alimentada en el corazón puede y debe ser vivida a la inversa de un endurecimiento. ¿Por qué tratar de chocar de frente con el gran Plan de Evolución al que os habéis suscrito al venir a este mundo?

Por lo tanto, expulsaréis la rebeldía de vuestra mente... La oración apropiada, amigos, requiere pues también un abandono de esa fuerza que quiere imponer su pequeña voluntad inmediata y egoísta en el Hombre. 

Lo importante es que se realicen los designios del Eterno. "Hágase tu voluntad...", repetís, a veces, sin admitir lo que eso significa. Aquí, el abandono del que os hablo es totalmente lo contrario de un acto de debilidad. Atestigua la rectitud y la nobleza de un alma que ha comprendido de qué Fuerza procede la Vida y vuelve ya serenamente hacia su Fuente".


("Por el Espíritu del Sol" -  Anne y Daniel Meurois-Givaudan)



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