Para ello, compartiremos aquí, algunas de las palabras, tremendamente esclarecedoras, pertenecientes a una conversación que mantuvo el Maestro Jesús con el discípulo Juan (el cual, y para aquellos que no lo supieran, antes de que Jesús le pusiera el nombre de Juan {el evangelista} después de pasar una 'Iniciación' de tres días de duración y en el interior de una gruta, se llamaba Eliazar, es decir, 'Lázaro'), después de la Crucifixión. Hemos dicho bien, después de la crucifixión.
M. Z.
Dice Daniel, en su libro, "Las primeras enseñanzas del Cristo":
"Creo más útil extenderme aquí sobre una noción que podría parecer sacrílega pero que, a mi entender, merece que le dediquemos un tiempo... aunque sólo sea porque Jeshua deseaba ardientemente que se formulasen todas las preguntas. Quiero evocar aquí aquello que se podría llamar el "karma" del Maestro.
A priori, esta dirección es absurda e insolente ya que es evidente que un Maestro de Sabiduría liberado, con mayor razón un Avatar, está por definición libre de su karma personal. Obra sin tener "litigios" que resolver con quien sea y por tanto en una óptica de Servicio total y libre hacia la Humanidad.
Sin embargo, al empujar la reflexión de manera audaz, es legítimo preguntarse si tal Ser no engendra inevitablemente, por las consecuencias de sus obras, una impresionante serie de reacciones en cadena que le merece reactivar en Él un mecanismo kármico. ¿No se dice acaso que el infierno está pavimentado con buenas intenciones?
En efecto, al echar una mirada puramente racional e histórica sobre los dos últimos milenios en relación al impacto del Cristianismo en la Tierra, hay que reconocer que el balance es particularmente doloroso.
Primero está la condena a muerte de algunos de los discípulos próximos de Jeshua. Los millares de muertos provocados por la oleada de persecución de los primeros cristianos. Después está, evidentemente, la epopeya increíblemente sangrienta de las Cruzadas, de las hogueras erigidas por millares con el fin de erradicar algunas "herejías" como, por ejemplo, el Catarismo. Citemos además el drama de las guerras de religión del que la raíz está, por otra parte, siempre muy viva y también, lo que pasa bajo el silencio, los millones de muertos engendrados por siglos de invasiones "misioneras" que buscaban oficialmente y a toda costa "salvar las almas de los salvajes". Todo esto tiene por resultado, en definitiva, un número incalculable de iniquidades y de masacres con el único pretexto..., ¡la paz de Cristo!
De este rápido vistazo, ¿hay que concluir que la Misión del Maestro -aunque ésta fuera en su esencia tan pura y luminosa- es un fracaso y que, por este hecho, Jeshua hubiera tomado la carga de un nuevo karma personal que lo encadena a nuestra Humanidad?
Podríamos aventurarnos a suponerlo... Sin embargo, no es así como conviene analizar la situación. Para esclarecer este punto, me volveré a basar otra vez en las palabras reportadas por Juan...
Éste reunió a una veintena de nosotros, algunos meses después de la Crucifixión. Volvía justo de una de aquellas cortas visitas que podía hacerle al Maestro secretamente retirado en el monasterio de Krmel. Sus preguntas se referían a la actitud a tener frente a las riñas que estallaban aquí y allá en Jerusalén en nombre del "movimiento de liberación" que había estimulado a Su pesar. Los zelotes no eran sus únicos instigadores; algunos feroces partidarios de la resurrección del Rabí Jeshua que se reunían en las plazas públicas, se enfrentaban regularmente a pequeños destacamentos de legionarios solicitados por el Sanedrín. Se contaban ya numerosos heridos.
¿Cómo una vida dedicada al Amor podía provocar esto? El mismo Juan se sentía en parte responsable de haber participado en prender el fuego de tal proceso. Se cuestionaba...
He aquí lo que mi memoria (en la Memoria del Tiempo) conserva de la declaración que éste nos hizo:
-. "El Maestro me ha hablado mucho de su responsabilidad en todo aquello que yo le contaba relativo a los motines. No se ha dicho sorprendido porque ya había tenido algunas visiones de ello en las semanas que precedieron su puesta en la cruz. Lo he visto sin embargo profundamente apenado...
Como seguía interrogándole a este propósito, me dijo que si el hombre de carne en Él sufría, el maestro sabía que todo esto era inevitable, teniendo en cuenta el estado de conciencia de nuestro mundo. Le pregunté entonces si encontraba eso justo ya que Él solo quiso la paz. Su respuesta fue que era justo que hubiese cumplido lo que había cumplido. También me dijo que, para sembrar, había debido labrar un suelo rocoso y seco y que las reacciones de los hombres frente a su Palabra eran como notas de tierra árida que estallaban unas tras otras bajo la reja del arado. Después añadió:
-. "Este mundo alimentaba una llaga infectada. Hacía falta una Fuerza para incidirla. Es la conciencia de la infección y el pus que se derrama de la llaga que empieza a doler..."
-. Que, ¿sólo empieza, Maestro? -pregunté entonces-.
-. "Sí, lo veo, lo sé en el fondo de mi alma. Cuando un prisionero sale de su calabozo oscuro por primera vez desde hace mucho tiempo, no recuerda lo que es el sol y tarda en redescubrirlo... Pero, cuando por fin sus ojos lo contemplan, se encuentra totalmente cegado y mal. ¿Es acaso por eso que no hay que liberarlo? Incluso si el sol le quema los ojos por mucho tiempo, ¿cómo no bendecir el hecho de que vuelva a aprender a respirar el aire libre? -dijo-. Esto es lo que he venido a hacer... Enseñaros a redescubrir el sol y el aire puro... incluso si, en el camino, esto hace sangrar vuestra alma y vuestro cuerpo".
El Maestro me explicó después que toda acción, incluso y sobre todo, si ésta es sagrada, conlleva su riesgo y que sin riesgo todo vegeta siempre. A esto añadió que la Vida misma era el riesgo tomado por el Eterno.
Pero, escuchad además... Mientras me creía en el deber de despedirme de Él, y así lo hacía, el Maestro me rogó sentarme de nuevo sobre las losas de piedra de la celda en que vive.
Me confió, entonces, que no le concernía a Él solo la responsabilidad de aquello que sabía haber iniciado para los tiempos futuros.
Es entonces cuando me explicó que formaba parte de una Fraternidad de doce Maestros y Maestras (de Shambhala) que velaban el destino de nuestra Humanidad desde tiempos inmemoriales. Siguió diciéndome también que si, durante todos estos años, había sido habitado por la Presencia del Sol, era porque había sido designado por sus once Hermanos en Espíritu para ser el portavoz de su Fraternidad y volverse su "punta de lanza" por el bien de las mujeres y de los hombres.
-. Tú eres entonces el más grande de entre ellos, Rabí... La pregunté al instante.
-. "No creo eso Juan... No hay ni grande ni pequeño entre nosotros. Somos similares a los órganos vitales de un mismo cuerpo. Cada uno de nosotros es único en su especificidad y ninguno tiene primacía sobre el otro... Es por la Conciencia del Corazón que llevamos en nosotros, que nuestros esfuerzos se unen. Este Corazón, yo te lo digo, es exterior a nuestra Fraternidad aunque perpetuamente presente en su esencia. Es ese Sol bendito que habló a través de mí durante todos estos años pasados y que me abandonó el día que, en la cruz, la cima de mi cráneo se dilató tanto...
Entre estos doce de los que te hablo, he sido simplemente el mejor indicado en un momento preciso de la historia de este mundo, y es por esto que he aceptado mi rol. Así, Juan, la responsabilidad de aquello que ha sido engendrado en nombre del Hijo de nuestro Padre y Madre de todos no es mi carga personal. Es la de la Conciencia colectiva de la Fraternidad de los Doce. Es del orden de otro sistema de evolución en el cual esta Tierra es una flor entre otras.
Trata de comprender esto también: Cuando nuestras doce almas están reunidas, éstas forman como un solo Ser bajo la antorcha de un Espíritu unificado. Es este Espíritu quien ha comprometido Su responsabilidad y quien lleva por tanto una forma de karma en otra esfera de la Creación del Eterno. Es un gran misterio todo esto... En verdad, faltan palabras a todas las lenguas humanas para expresar su maravilla. Sólo cuando las conciencias se casan penetran el secreto...".
He aquí, amigos míos, lo que el Maestro me ha confiado, no sin emoción en la garganta. Afirma que el Sol de nuestro padre de todos Lo ha abandonado y que ya sólo quiere el título de Rabí... Pero, yo os lo digo, si es eso cierto, ha guardado de ese Sol un brillo en la mirada y un calor en la voz que nunca Le abandonarán".
Recuerdo que ninguno de nosotros hizo comentarios a estas confidencias de Juan. Lo que nos dijo era demasiado importante y demasiado enorme para nosotros, que estábamos todavía bajo el golpe del Gólgota y que, deseábamos, siempre, una dirección más precisa viniendo de parte del Maestro. Él nos había pedido hablar y curar en su Nombre para proseguir su Obra; nosotros habíamos sentido también, la presencia de un Soplo desconocido circular por nuestras venas; hacía falta que algo en nosotros se reorganizase..."
("Las primeras enseñanzas del Cristo" - D. Meurois-Givaudan)